lunes, 10 de mayo de 2010

Formas aparenciales

Appariential forms

El aspecto externo de los seres vivos, su forma aparencial, constituye un grave problema para el naturalista. Uno de los corolarios fundamentales del darwinismo es el concepto de adaptación o función. Dado un rasgo o estructura, podemos preguntarnos legítimamente por su función o sentido adaptativo. Las conclusiones obtenidas –que abarrotan miles de libros y revistas científicas– describen las interacciones descubiertas entre el rasgo y el medio, en ocasiones acompañadas de sugerencias acerca de su probable origen filogenético. Tal pregunta resulta así, por mor de su eficacia y fecundidad, una de las claves metodológicas de la Biología.

Un buen ejemplo lo proporcionan las extrañas mandíbulas de las hormigas del género Thaumatomyrmex, cuya función permaneció desconocida hasta muy recientemente. Las obreras están especializadas en la captura de unos ciempiés del orden Polyxenida, de piel blanda pero recubierta de largas cerdas. Mientras sujetan y atraviesan al ciempiés con las mandíbulas, van quitándole las cerdas con sus patas delanteras.

Thaumatomyrmex mandibularis (Fotografía de April Nobile: antweb.org)

A veces, determinadas estructuras sorprenden por su bizarría y quedan a la espera de una futura explicación funcional, como sucede con el denso mechón de pelos sobre las mandíbulas de la nueva especie Pheidole bigote (Longino, 2009).

Pheidole bigote (Fotografía de S. Bylsma: antweb.org)

Pero en muchos otros casos la pregunta adaptativa resulta problemática, y la respuesta –la función de la estructura estudiada– queda en suspenso. Basta abrir los ojos y observar los innumerables y complejos diseños de formas y colores de las alas de las mariposas, de los élitros de los escarabajos, de las plumas de muchas aves…, o la estructura tridimensional de cuernos, astas, excrecencias, espinas, conchas, etc.
El zoólogo suizo Adolf Portmann (1964, 1968, 1990) las estudió e interpretó bajo el concepto de autorepresentación del organismo. La forma aparencial del animal (phenomena proper) sería, según dicho autor, un órgano en sí mismo, tanto como pueda serlo el hígado, y estaría dotado de autonomía y simetría propias respecto de las estructuras internas (phenomena improper). Las formas aparenciales estarían divididas, a su vez, en dos modalidades: las dirigidas, sometidas a selección, y las no dirigidas, dotadas de autonomía más allá de los valores de supervivencia. Así, de acuerdo con Portmann, una amplia variedad de formas escaparía al concepto darwiniano de adaptación.
La obra de Portmann viene siendo objeto de renovado interés en los últimos años. Karel Kleisner (2008), por ejemplo, ha acuñado el concepto de órgano semiótico para referirse a las formas aparenciales. Según Kleisner, para entender las formas autorepresentativas o aparenciales es fundamental  la existencia de un receptor que interprete dichas formas (ya visualmente o por cualquiera otra vía sensorial). El órgano semiótico sería, por tanto, un órgano emisor de significados que dependen, en cada momento, del receptor que los interpreta…
*****
El tema, como advertía al comienzo, es grave para el naturalista. ¿Pueden explicarse las formas aparenciales desde un punto de vista diferente del adaptativo? ¿Acaso son capaces los organismos, al menos en este nivel aparencial, de generar estructuras y diseños complejos no funcionales, ajenos, por tanto, a las presiones selectivas?
Siempre me ha extrañado la infinidad de rasgos humanos innecesarios para la estricta supervivencia, surgidos todos como epifenómenos o resultados secundarios de la evolución adaptativa, cerebral y comportamental, de los homínidos. Y, sin embargo, esos rasgos constituyen lo más genuino y diferenciador del hombre, quizá la razón profunda de su éxito como especie.
Concluyo, para solaz y meditación del lector, mostrándole un ejemplo entre miles de patrón aparencial todavía inexplicado: los cuatro enigmáticos y bellos puntos blancos de la especie Dolichoderus quadripunctatus:

Obrera de Dolichoderus quadripunctatus (Fotografía de Martin Suvák)

Referencias:
  • Kleisner, K. 2008. The Semantic Morphology of Adolf Portmann: A Starting Point for the Biosemiotics of Organic Form? Biosemiotics 1: 207-219. Lewiston: Edwin Mellen.
  • Portmann, A. 1964. Anatomía de la figura animal. Ed. Zeus, Barcelona.
  • Portmann, A. 1968. Nuevos caminos de la Biología. Ed. Iberoamericanas, Madrid.
  • Portmann, A. 1990. Essays in philosophical zoology by Adolf Portmann. The living form and seeing eye. Lewiston: Edwin Mellen.


3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Motoo Kimura demostró matemáticamente en 1968 que pueden encontrarse extendidas características que no aporten ventaja en la selección. Es la teoría del neutralismo. Pero uno se resiste a pensar que, por ejemplo, esos puntos, (que en realiadad son zonas transparentes) de D.quadripunctatus, no tengan ninguna función. Yo diría que hay que seguir buscando.

    ResponderEliminar
  3. La teoría de Kimura se inserta en el ámbito molecular: ha dado cuenta de la neutralidad de muchas sustituciones alélicas en los genes, y del gran polimorfismo proteínico sin efectos en el fenotipo, todo ello con una explicación basada en el azar y la deriva genética. Las ideas de Portmann se orientan hacia una consideración autónoma de la figura o forma aparencial de los organismos, quizá con leyes propias, con eventual participación de la selección, y donde el papel del azar está por dilucidar.
    Pero estoy contigo, Pepe, en que hay que seguir preguntándose por la función de los puntos blancos de Dolichoderus. El planteamiento adaptativo siempre hemos de hacerlo. La duda personal que me asalta desde hace tiempo es si la pregunta por la función de una estructura agota el conocimiento de dicha estructura; si esa pregunta, y por tanto el concepto de función biológica, tiene la precisión suficiente para que las respuestas informen adecuadamente acerca de los seres vivos.

    Un cordial saludo.

    ResponderEliminar