jueves, 6 de mayo de 2010

La aventura de los libros

The adventure of books

El pasado 23 de abril, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes, se celebró en España el Día del Libro…

¡Cuántas vivencias deparan los libros¡ Recuerdo el primero que compré cuando tenía 13 años: Mis amigos los chimpancés, de una jovencísima Jane Goodall que revolucionó los estudios de primatología. Comencé entonces una afición irrefrenable, intensa y muchas veces azarosa. Por azar leí el maravilloso relato autobiográfico Los días, del escritor egipcio Taha Husein, primorosamente traducido por nuestro insigne arabista García Gómez, o La revolución silenciosa donde Lasdilao José Biro narra su invención del bolígrafo, o Espacio, el portentoso poema en prosa de Juan Ramón Jiménez… Algunos libros constituyeron para mí una revelación: El anillo del rey Salomón de Konrad Lorenz, las Cartas a Théo de Van Gogh, los Escritos en tiempo de guerra de Teilhard de Chardin, el Psicoanálisis del fuego de Gaston Bachelard, La evolución creadora de Henri Bergson, El espectador de Ortega y Gasset…
Tendría 14 o 15 años cuando llegaron a mis manos varios libros del naturalista francés Jean Henri Fabre. Se trataba de una selección de sus famosos Recuerdos entomológicos. ¡Qué delicia¡ ¡Qué observador¡ ¡Qué manera de contar y construir las historias naturales¡


Un año después leí asombrado La vida de las abejas de Karl von Frisch, uno de los fundadores de la etología, descubridor del lenguaje de la danza de las abejas, de la percepción de la luz polarizada y de otros fenómenos de la fisiología sensorial. A tal punto me fascinó la danza de las abejas -y tanto me extrañó como excepción en el contexto general de la evolución de las sociedades de insectos- que me planteé la posibilidad de que existiera alguna especie de hormiga con un sistema parecido de comunicación por localización a distancia. Me puse manos a la obra e inicié una extraña y solitaria búsqueda en pos de una hipotética hormiga simbólica. Búsqueda plena de inocencia, entusiasmo y aprendizaje que, durante  cuatro o cinco años, me llevó a observar el reclutamiento de las diversas especies de mi barrio.


En dicha travesía de incipiente naturalista, con 17 años y ajeno completamente a los círculos académicos, tuve la compañía de una obra extraordinaria y voluminosa que encontré casualmente en el escaparate de una librería de Sevilla: The insect societies, del biólogo norteamericano Edward O. Wilson. Me gasté en comprarla todos mis ahorros, y aunque apenas la entendía, pasar sus grandes páginas y barruntar la increíble complejidad de los insectos sociales dejó en mí una impresión indeleble.



1 comentario:

  1. Quizás algún día, alguien, cite los libros que se escriben ahora mismo ;-) como fuente de inspiración. Eso sí que sería un orgullo.

    ResponderEliminar