The experiments of Lorenzo Palmireno (XVI century)
Juan Lorenzo Palmireno (1524-1579) fue un erudito y prolífico humanista aragonés, autor de más de un centenar de obras, muchas de ellas perdidas. Se interesó por la gramática, los vocabularios, las traducciones de los clásicos, la dramaturgia, la medicina, la Historia Natural, la pedagogía, etc. Dominaba varias lenguas clásicas y modernas, y fue catedrático de la Universidad de Valencia.
En vano he consultado varias de sus obras intentando hallar sus observaciones y experimentos acerca de las hormigas, que fueron mencionados por el astrónomo y naturalista valenciano Jerónimo Cortés (s. XVI- c. 1612) en su Tratado de los animales terrestres y volátiles y sus propiedades (1613).
Juan Lorenzo Palmireno (1524-1579)
Transcribo a continuación, adaptando la ortografía y la puntuación, el relato de Cortés. Note el lector que los experimentos de Palmireno constituyen en sí mismos una novedad. Los autores europeos se mantendrán fieles a la tradición clásica de Herodoto, Aristóteles, Plinio o Eliano, compilando y reseñando repetidamente lo dicho por esos naturalistas e historiadores grecolatinos. Esta etapa escolástica perdurará hasta bien entrado el siglo XVIII, cuando surge la mirmecología moderna. Capítulo aparte merecen las observaciones sobre hormigas que se hicieron en Oriente, y aquellas otras que realizaron los naturalistas de Indias, ambas plenas de interés naturalista. Pero en la Europa culta y libresca del siglo XVI sorprende la diligencia experimental con que Palmireno pone a prueba las habilidades de las hormigas para sortear un foso con agua o un círculo de miel, o su interesante observación del cierre y apertura de nuevas entradas al nido tras derramar sobre él aceite de enebro.
Las observaciones de Palmireno fueron certeras. A lo largo del siglo XIX se citará con frecuencia la conducta de las hormigas consistente en cubrir con diversos objetos –granos de tierra, palitos, paja, etc– las galerías húmedas, las sustancias pegajosas o los líquidos que les impiden el paso. En 1910 W. M. Wheeler (Ants: Their Structure, Development and Behavior) refrendará este comportamiento generalizándolo a la mayoría de los géneros conocidos de hormigas. A finales del siglo XX algunos autores describirán el llamado uso de instrumentos en unas pocas especies de hormigas, una modalidad más compleja del comportamiento de cubrimiento, consistente en colocar objetos sobre alimentos húmedos o pegajosos (como la miel) y sacarlos embadurnados para transportarlos al nido.
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Experimentos sobre las hormigas de Juan Lorenzo Palmireno (siglo XVI)
(En Jerónimo Cortés: Tratado de los animales terrestres y volátiles y sus propiedades, 1613)
La cigarra y la hormiga (en Jerónimo Cortés, 1613)
Laurencio Palmireno, admirado de ver y entender el aviso y buen gobierno de las hormiguillas, quiso ver y probar hasta donde allegaría el aviso y natural instinto de ellas. Y con este designio se fue muy de mañana al campo a buscar un hormiguero; y hallado, puso al derredor de él mucha miel blanca (que para el propósito traía) a fin de ver que medio pondrían para pasar a buscar su acostumbrado mantenimiento. Hecho esto se puso a la mira, y a poco rato vio la prisa que se daban en salir a la puerta del agujero y volverse por el impedimento del paso mortal que a los encuentros hallaban. Y de allí a poco, cansadas de salir a ver su daño, pensaron un medio prudente y eficaz a su remedio, y fue que todas comenzaron a sacar tierra de la cueva, y la fueron asentando por encima de la miel, una delante de otra, con tanta diligencia y concierto que en breve rato hicieron puente seguro por donde pasaron todas sin peligro. Viendo el predicho Palmireno la impensada sagacidad y repentino remedio con el cual se valieron y salieron todas, les ordenó para la vuelta otro impedimento y traición no menos terrible para ellas que el pasado: y fue que hizo un foso al derredor de la cueva y agujero, y de él pues lo llenó de agua. Volviendo las hormiguillas a la posada, y viendo otro nuevo y diferente obstáculo, dejaron todas las provisiones que traían de trigo (porque era en tiempo de la siega) al derredor del foso, y se volvieron con presteza a traer pajuelas y ponerlas encima del agua unas al lado de otras con admirable concierto y diligencia. Hecho el puente de paja, como si fuera de barcas, pasaron todas con la provisión a su cueva muy contentas y sin peligro. Admirado el predicho autor de tales avisos y trazas, y no cansado de hacer experiencias y probar a las hormigas, fue por aceite de enebro y metiólo por la boca de la cueva; y volviendo al otro día por allí, halló que habían abierto otro agujero, y el primero le habían muy bien atapado con tierra por la parte de fuera.
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