miércoles, 23 de noviembre de 2011

Las hormigas en la Edad Media

The ants in the Middle Ages


Este largo periodo de 1000 años va a traer pocas novedades en cuanto al conocimiento e investigación de las hormigas, más allá de la cita reiterada de los clásicos grecolatinos. No obstante, proliferarán los libros de viajes y extensas obras compilatorias como las enciclopedias y los bestiarios. Estos últimos, herederos del Fisiólogo, lograrán una extraordinaria difusión y un éxito popular que se prolongará durante siglos. Ricamente ilustrados, y con un sentido moralizante vinculado estrechamente a la religión, los bestiarios mezclarán indistintamente en sus descripciones la realidad con la fantasía. La iconografía mirmecológica que reflejan es aún pobre y falta de detalles, pero constituye una novedosa y atractiva fuente de información.
A continuación mostraré al lector, precedidos de una breve reseña biográfica y en orden cronológico, los textos de los siguientes autores medievales (con la inclusión de uno contemporáneo que ha contribuido a desvelar la milenaria leyenda de las hormigas extractoras de oro):

San Isidoro de Sevilla (560-636)
Al Jahiz (776-868)
Anónimo. Bestiario de Aberdeen (c. 1200)
Latini, Brunetto (c. 1220-c. 1294)
San Alberto Magno (c. 1206-1280)
Gil de Zamora, Juan (c. 1241-c. 1320)
Anónimo. El Bestiario Toscano (siglo XIII)
Don Juan Manuel, Infante (1282-1348)
Mandavila, Juan de (s. XIV)
Anónimo. Libro del Conosçimiento (c. 1385)
Turmeda, Fray Anselmo de (1352-c. 1432)
Peissel, Michel (1937-)
********

SAN ISIDORO DE SEVILLA (560-636). Fecundísimo sabio hispanorromano, reunió en sus Etimologías los saberes de la antigüedad. Esta obra enciclopédica fue, trás las Sagradas Escrituras, la obra más copiada y leída de la Edad Media, alcanzando su influencia al Renacimiento. El fragmento trascrito repite datos de Plinio, aportando una particular y errónea etimología de la palabra formica: ferre micas, que recoge restos de trigo (mica: partícula, miga, migaja). Conviene a este respecto recordar que, de acuerdo con el Diccionario Etimológico Indoeuropeo de Julius Pokorny (Indogermanisches Etymologisches Wörterbuch, 1959) hormiga deriva del latín formica, procedente a su vez de la raíz indoeuropea moru, que significa "hormiga". De esta raíz moru derivan igualmente el griego murmeko -que dará el latínmyrmeco- y el resto de términos empleados en las lenguas modernas para denominar hormiga: ruso / murave, sueco / myra, inglés / mire (del arcaísmo pis-mire), etc. [Agradezco al mirmecólogo James Trager y al historiador del Arte Silmarillion, del Foro celtiberia.net, los datos etimológicos que me han aportado].

Etimologías (c. 630)
[…] El grillo tiene este nombre por el sonido que emite. Es un animal que camina hacia atrás, hace agujeros en la tierra y canta durante la noche. Se cazan introduciendo en su grillera una hormiga atada con un cabello, soplando previamente polvo con el fin de que no se esconda: así, enlazado a la hormiga, es sacado al exterior. La hormiga debe el nombre de formica a que recoge los restos (ferre micas) del trigo. Es mucha su laboriosidad. Provee para el futuro y se procura durante el verano el alimento para el invierno. En los sembrados sabe elegir el trigo sin prestar atención a la cebada. Cuando ha caído agua sobre sus reservas alimenticias, las saca todas fuera. Cuentan que en Etiopía existen unas hormigas con forma de perro que, con sus patas, extraen pepitas de oro que custodian para que no se las roben, y a quien tal intenta lo persiguen hasta darle muerte. La hormiga-león tiene semejante nombre porque es el león de las hormigas, o bien porque es a un tiempo hormiga y león. Se trata de un pequeño animal, feroz enemigo de las hormigas, que se esconde entre el polvo y mata a las hormigas que pasan transportando alimentos. Se le conoce, pues, como león y como hormiga, porque para los demás animales es como una hormiga y, en cambio, para las hormigas, es como un león […].
Hormiga y hormiga-león (Bestiario del s. XV. Descripción basada
   en De Proprietatibus Rerum de Bartholomeus Anglicus, s. XIII)
*****

AL JAHIZ (776-868). Polígrafo y enciclopedista árabe nacido en Basora (Irak). De extraordinaria sabiduría y prolijidad, produjo unas 200 obras, de las que se conservan una treintena. De entre ellas destaca el Libro de los Animales (Kitab al-Hayawán), compuesta por 7 volúmenes y 1089 páginas. Sorprende que esta magnífica obra no se haya traducido completa a lengua alguna. Jahiz, en pleno siglo IX, anticipó temas como el mimetismo, la comunicación animal o el evolucionismo, recopilando datos de la antigüedad (por ejemplo, de Aristóteles) y aportando sus propias observaciones. Por suerte y privilegio del lector hispanohablante, el gran arabista español Asín Palacios se interesó por el Libro de los Animales, dedicándole un trabajo introductorio (1930). De los varios párrafos que tradujo a modo de muestra, se encuentra uno dedicado a las hormigas, donde vemos a un observador avezado, perfecto conocedor de lo que hablaba, describiendo, hace 1200 años, el reclutamiento en las hormigas.

Libro de los animales

De las hormigas
“Comenzamos esta parte [cuarta], con la ayuda de Dios y con su auxilio, hablando de las hormigas chicas y grandes, según prometimos al terminar el tomo tercero...”
“Si queremos ponerte un ejemplo típico de maravilla y de admiración, que sugiera cuán grande es la providencia, habremos de traer a colación al animal más vil, pequeño, abyecto y despreciable, haciéndote ver la sutil sensibilidad que posee, su admirable previsión y preocupación de las consecuencias, su semejanza y parecido en esto con el hombre, siendo como es el hombre el rey de la creación, a cuyo dominio está sujeto el orbe entero con todo cuanto encierra. Sabemos, en efecto, que la hormiga almacena para el invierno durante el estío, previniéndose así de antemano y sin desfallecer en su firme propósito ni un solo momento, mientras le es posible almacenar. Después, su experta sagacidad y previsión de las consecuencias llega hasta el extremo de que, ante el temor de que las semillas, almacenadas durante el verano para el invierno, se pudran y gusanen en el seno de la tierra, las saca a la superficie para que se sequen y tornen a su estado normal dándoles el aire y evitando así su corrupción y podredumbre. Después, como a menudo o, mejor, casi siempre el lugar en que almacena las semillas es húmedo, teme la hormiga que germinen por la parte central del grano cubierta de una fina película (pues sabe muy bien que por ese punto es por donde la semilla comienza a germinar y a transformarse en planta), y así la hormiga hiende el grano entero en dos mitades, y si es de coriandro o cilantro, lo hiende en cuatro partes, porque la semilla de esta planta es la única que tiene la propiedad de germinar en sus dos mitades. Hasta tal extremo aventaja la hormiga, por este solo hecho, en sagacidad a todos los animales, que quizá es más prudente que muchos hombres.”
Dibujo del Libro de los Animales (edición siria del s. XIV)

“A pesar del exiguo tamaño de su cuerpo y de su poco peso, la hormiga posee también un olfato como ningún otro animal, pues a veces ocurre estar un hombre comiendo langostas o cosa semejante y caérsele de la mano una o un trozo de ella y, aunque no haya visto por allí cerca ni una sola hormiga ni de que existan en tal lugar haya la menor noticia, no pasa mucho rato sin que aparezca una y, encaminándose derechamente a la langosta que cayó en tierra, intenta con todo empeño darle una vuelta y llevársela a rastras, y si se siente incapaz de lograrlo, tras inútiles tentativas, marcha de regreso a su hormiguero, y no pasa mucho rato sin que aquel hombre la vea volver, seguida de una fila negra y extensa de hormigas, para que la ayuden, y se llevan a rastras la langosta. Lo primero, pues, que observamos aquí es la fiel veracidad de su olfato, para barruntar lo que no advertiría ni el hombre hambriento. Después, la audacia y tenacidad del empeño en transportar una carga que es cien veces o más de cien veces mayor en peso que el suyo propio, pues no hay animal alguno capaz de cargarse, como lo hace la hormiga, un peso que sea superior en muchos múltiplos al de su cuerpo mismo, sin desistir jamás de la empresa, si no es tras sentir agotado su aliento.”
“Pero quizás alguien diga: “Y ¿cómo sabe el hombre que la hormiga que quiso llevarse la langosta sin conseguirlo, es precisamente la que trasmitió la noticia a sus pequeñas compañeras y la misma que viene luego a la cabeza de ellas?” A esto responderemos que por una larga experiencia, pues jamás hemos visto que una hormiga intente arrastrar una langosta y no pueda conseguirlo, sin que poco después, si es que vuelve, venga acompañada de otras hormigas. Y si bien es verdad que no podemos a simple vista distinguir aquella hormiga de sus compañeras, también es cierto que no cabe concebir otra hipótesis que la que hemos dicho, pues además nunca hemos visto hormiga alguna que, si al volverse al hormiguero, cargada con una presa o sin carga, se topa con otra hormiga, deje de detenerse junto a ella y contarle alguna cosa, lo cual es indicio de que al abandonar aquella hormiga a la langosta lo hizo para informar a sus semejantes, como lo hace el explorador, que no engaña a sus compañeros de caza...”
Dibujo del Libro de los Animales (edición siria del s. XIV)

“Las especies de animales que almacenan víveres y que en esto se parecen al hombre, dotado de reflexión, prudencia y previsión del porvenir, son las hormigas chicas y grandes, el ratón, el lagarto, la araña y la abeja, si bien la abeja no almacena más que un solo género de alimentos, que es la miel.”
“Pretende El Yactorí [autor no identificado] que si introduces una hormiga grande en un hormiguero de hormigas chicas, se las come todas sin dejar una, y afirma además que esto lo ha experimentado él mismo. El autor de la lógica [Aristóteles] dice que la hiena devora rápidamente las hormigas, pues se va al hormiguero cuando están en él todas juntas y se las come lamiéndolas con la lengua, con una avidez devoradora y un apetito intenso. Dicen también que a menudo ocurre que el gusano teredo haga grandes estragos en las aldeas devorando todo cuanto encuentra en las casas, y la plaga dura sin cesar hasta tanto que en aquellas aldeas se instalan las hormigas, pues Dios otorga a éstas tal dominio sobre aquellos gusanos, que no dejan uno vivo. Claro que a su vez las hormigas, después de aniquilarlos, quedan allí también y son una plaga, aunque menos dañina que los dichos gusanos. Eso aparte de que a menudo sucede que también desaparecen luego las hormigas de aquellas aldeas, y así quedan sus habitantes libres de ambas plagas juntamente. Hay quienes pretenden que aquellos gusanos se transforman en hormigas, en lugar de desaparecer devorados por éstas, y que a medida que se van transformando en hormigas, va disminuyendo su número y menguando así por días su daño.”
“Las hormigas son proverbiales por su multitud, y así se dice: “Vinieron como hormigas.” Los etíopes son de dos especies: unos, que se glorían por su muchedumbre, se llaman “las hormigas”; otros, que se glorían por su paciencia y corpulencia, se llaman “los perros”; los unos están siempre tumbados; los otros siempre en movimiento: aquéllos son los perros; éstos las hormigas.”
“Una de las causas de la muerte de las hormigas es el salirles alas. Ya lo dijo el poeta:
“Y cuando a la hormiga le nacen alas para volar, cercano está su fin.” “Y es que una vez transformadas así las hormigas, los pájaros las cazan fácilmente al volar. También se matan las hormigas derramando alquitrán y azufre en las bocas de sus hormigueros, sembradas previamente de granos de cebada. Nosotros hemos hecho la prueba, pero resulta inútil.”
*****

ANÓNIMO. BESTIARIO DE ABERDEEN (c. 1200). Se trata de uno de los bestiarios más interesantes, redactado e iluminado en Inglaterra en torno a los últimos años del siglo XII. Ofrezco al lector una versión española del capítulo dedicado a las hormigas (Trad. de José María Gómez Durán).

Hormigas recolectoras en fila acarreando granos a dos depósitos. (Bestiario de Aberdeen, c. 1200)

Bestiario de Aberdeen (c. 1200)

Sobre las hormigas
Las hormigas tienen tres características. La primera es que marchan en fila, cada una llevando un grano de trigo en su boca. Aquellas que no tienen ninguno no dicen a las otras: “Dadnos algunos de vuestros granos”, sino que siguen la senda de las que primero salieron hacia el lugar donde se encuentra el trigo y lo traen al nido. Sirva esta descripción para representar a los hombres sensatos, que, como las hormigas, actúan conjuntamente, en razón de lo cual serán recompensados en el futuro.
La segunda característica de la hormiga es que cuando almacena grano en su nido, divide lo aprovisionado en dos partes con el fin de evitar que se humedezcan con las lluvias del invierno, germinando con ello las semillas y muriendo la hormiga de hambre. De la misma manera, tú, hombre, deberías separar las palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento, esto es, deberías distinguir entre lo espiritual y lo carnal, para que una interpretación literal de la ley no te mate, pues la ley es algo espiritual, como dice el Apóstol: “Pues la palabra mata, pero el espíritu da vida” (2 Corintios, 3: 6). Y así los Judíos, que sólo prestan atención a la letra de la ley y desprecian su significado espiritual, han muerto de hambre.
Capítulo sobre la hormiga (Bestiario de Aberdeen, c. 1200)

La tercera característica de la hormiga es que en tiempo de cosecha camina por entre el cultivo y descubre, royendo las espigas, si es cebada o es trigo. Si el cultivo es de cebada, la hormiga se va hacia otra espiga y la olfatea, y si huele a trigo, sube hasta lo alto de la espiga y se lleva el grano a su nido. Pues la cebada es alimento de las bestias. Como dice Job: “Me crecía la cebada en vez del trigo” (Job, 31: 40), refiriéndose a la doctrina de los herejes. Pues la herejía es como la cebada, y debería desecharse, porque quiebra y destruye las almas de los hombres. Por ello, Cristiano, huye de todas las herejías; sus enseñanzas son falsas y contrarias a la verdad. Pues las Escrituras dicen: “Ve a la hormiga, oh perezoso, y considera sus caminos y su sabiduría” (Proverbios, 6: 6). Y así, la hormiga no tiene conocimientos de agricultura; no tiene a nadie que la obligue a hacer nada; ni actua bajo la dirección de un maestro que le diga cómo hacer depósitos en un almacén de comida. Y sin embargo, acopia recolectando de tus campos. Y aunque a menudo estés hambriento, a ella no le falta de nada. No tiene almacenes cerrados, ni protección impenetrable, ni apilamiento de víveres que no puedan ser tocados. El guardián observa los robos, que no se atreve a impedir; el dueño es consciente de sus pérdidas, pero no se venga. Acarrean su botín en negra columna a través de los campos, abarrotando los caminos al paso del convoy; los granos que no pueden sujetar en sus estrechas bocas, son llevados al hombro. El dueño del cultivo mira y se sonroja con vergüenza ante la idea de impedir esa frugal ganancia conseguida con tan esmerada industria.
Hormigas dirigiéndose ordenadamente a las espigas (Bestiario de Philippe de Thaon, c. 1300)

La hormiga también ha aprendido a estar atenta en los periodos de buen tiempo. Pues si ve que sus provisiones de trigo comienzan a humedecerse, mojadas por la lluvia, otea cuidadosamente el aire esperando la bonanza para entonces abrir los almacenes y llevar sus provisiones al hombro desde las cámaras subterráneas hacia el exterior, de tal manera que el trigo se seque a la luz continua del sol. Finalmente, nunca verás caer la lluvia de las nubes durante esos días, a menos que la hormiga haya retornado primero sus provisiones a los almacenes.

*****

LATINI, BRUNETTO (c. 1220-c. 1294). Fue embajador en la corte de Alfonso X, cuyo hijo Sancho IV promovió la traducción de su Libro del Tesoro, una compilación de conocimientos clásicos de gran difusión en la Edad Media. El texto que trascribo constituye uno de los primeros en lengua española en que se citan a las hormigas (trad. castellana de finales s. XIII).

Dante y Latini (Grabado de Gustave Doré)

Libro del tesoro (c. 1265)

Capítulo 188. De las formigas

Formiga es una pequeña cosa & es de muy grant provission, ca en verano cata & aliega lo que a mester en ynvierno. & escoge el trigo & dexa el ordio, & esto conocen ellas en la olor; & parten los granos por medio, por que non puedan nascer con la humidat del invierno. Et dizen los de Ethiopia que a en una ysla formigas tan grandes commo canes, que cavan oro de la arena con sus pies, & lo guardan assy fuerte que syn muerte ningunos non lo podrien aver. Mas los de la tierra toman las yeguas que an potros et carganlas de arcas; & quando las formigas veen aquellas arcas, el oro que tienen metenlo en ellas, quydando que lo ponen en salvo. Et quando viene a la noche que las yeguas son bien fartas & bien cargadas, parase aquel que las guarda con los fijos de las yeguas aquende del rio, & quando oyen relinchar los fijos, metense en el rio & pasanse con todo el oro que esta en las arcas.

Leyenda de las hormigas extractoras de oro (Bestiario de Guillaume le Clerc, s. XIII)
*****

San Alberto Magno (Fresco de Tommaso da Modena, 1352)

SAN ALBERTO MAGNO (c. 1206-1280). Teólogo, filósofo y hombre de ciencia alemán, Alberto Magno –Doctor de la Iglesia–, preparó una fabulosa colección de tratados que abarcan desde la física a la biología, de la psicología a la moral, de la política a la teología. La edición de sus obras completas realizada a finales del siglo XIX se compone de 38 gruesos volúmenes en cuarto. Dentro del tratado dedicado a los animales –De Animalibus– se encuentra un texto dedicado a las hormigas, en el que no sólo se recogen las consabidas observaciones de la antigüedad, sino que muestra al sabio alemán como un curioso experimentador. Presento a continuación un extracto tomado de una edición latina de 1495 (trad. de José María Gómez Durán).
De Animalibus

 […] Sin embargo, debido a la pequeñez de su cabeza, la hormiga tiene los ojos situados sobre ciertos apéndices en forma de cerdas [antenas] que emergen de su cabeza. La característica de dichos apéndices es que, cuando ambos son amputados, la hormiga comienza a vagar sin saber adonde se dirige, y entonces se une a cualquier otra hormiga amiga, agarrándose fuertemente, para poder volver a casa, y en tal manera quedan sujetas, que difícilmente pueden separarse […].

Hormigas de dos cabezas (Der Naturen Bloeme, de Jacob van Maerlant, c. 1350)
*****

GIL DE ZAMORA, JUAN (c.1241-c.1320). Prolífico autor franciscano vinculado a Alfonso X y preceptor de su hijo Sancho IV. Publicó en latín su influyente Historia Naturalis, uno de los últimos grandes compendios enciclopédicos de la Edad Media, recientemente traducida y que supera las 1000 páginas. El siguiente texto se encuentra dentro de otra enciclopedia más pequeña, dispuesta alfabéticamente, donde expone medios para combatir a los animales molestos y venenosos (trad. esp. de Cándida Ferrero Hernández, 2002).

Libro contra tósigos y animales venenosos (c. 1290)
Sobre las hormigas
Existen muchos remedios contra las hormigas. Según Paladio, en el libro I: se rocía el hormiguero con orégano y azufre triturados y de esta forma se van. También: si quemas conchas vacías de caracol e introduces su ceniza en el hormiguero, también marchan. También: si tienen el nido en el huerto aves nocturnas, abandonan su hormiguero. Si vienen de fuera señálese todo el perímetro del huerto con ceniza o con algo blanquecino. Dice también Alclides en el Libro sobre los venenos: Si introduces en un hormiguero azahe, es decir un murciélago entero, las hormigas no volverán a su refugio ni regresarán para recoger su comida. Tampoco frecuentarán las hormigas aquel lugar que haya sido rociado con sangre de menstruación, aunque con este remedio se secan las plantas.
Dice Plinio en el libro X: perecen las hormigas a causa del olor de estoraque, orégano, cal o azufre. De igual modo en el libro XI: a las ranas y las rubetas no se les acercan las hormigas por temor de su veneno, según creen algunos. También en el libro XVII: son las hormigas como una peste para los árboles, se las puede ahuyentar untando los troncos con tierra roja y pez líquida o bien con harina de altramuz mezclado con aceite vertido en sus raíces. Afirma el mismo autor en el libro XIX: no es demasiado difícil el echar las hormigas de los huertos siempre que no se rieguen. El remedio es obturar su hormiguero con lodo de mar o con ceniza. Aunque el heliotropo, o siguesol, las elimina de forma muy eficaz. Algunos creen que el láter crudo diluido en agua les resulta hostil. El mismo autor en el libro XXII dice: Hay en Italia un tipo de hormigas venenosas a las que Cicerón denomina salipitas o salpingas, su antídoto es el corazón de murciélago, aunque también las cantáridas resisten ante todo tipo de hormigas.

Hormigas sobre el hormiguero (Bestiario de Anne Walsh, s. XV)

Al respecto dice Aristóteles: si alguien toma azufre y orégano silvestre y los pulveriza sobre los hormigueros las hormigas huyen. También del mismo modo huyen del humo del estoraque seco. Afirma Razes en el Almanzor: las hormigas huyen del alquitrán, la pez, el azufre y el asa fétida. Y si se introduce un poco de estas sustancias en sus hormigueros mueren, especialmente les resulta mortífero si en torno a su hormiguero hay tomillo. También en el Libro de la Naturaleza de las cosas se dice: si se fumiga el hormiguero con azufre y orégano silvestre se provoca la huida de las hormigas. También trata este tema elFisiólogo: quienes quieren arrancar el oro de las hormigas de Etiopía toman yeguas junto con sus potros y las obligan a no comer durante tres días, al cabo de este tiempo atan los potros junto a un río que corre entre ellos y las hormigas. Y la yeguas arrastran a tierra el agua en las albardas que llevan sobre su espalda. Cuando ven más allá del río la verde hierba pacen a través de la pradera más allá del río. Las hormigas a su vez cuando ven el tesoro y las albardas llevan junto a ellas arena de oro, queriendo refugiarse allí. Al llegar la tarde, saciadas las yeguas y cargadas de oro al oír a sus potros relinchando por el hambre, regresan junto a ellos con mucho oro.
Hormiga león y hormiga-león (Codex Animalium de Petrus Candidus Decembrus, c. 1460)

Ciertamente lo mencionado hasta aquí son remedios simples, pero si se combinan y se mezclan actúan con más fuerza y resultan mucho más eficaces. De ahí que si se impregna un paño con un licor hecho a base de mirra, orina, azufre y hiel de toro, si se ata el paño a un tronco de árbol, no treparán a él las hormigas; si se añaden cárabe machacado y pez, actuará mejor. De igual manera la eficacia aumenta si se añade asa fétida.
*****


ANÓNIMO. EL BESTIARIO TOSCANO (siglo XIII). Entre las varias versiones del Fisiólogo se encuentra esta italiana, anónima y denominada Bestiario Toscano, del cual se hizo una traducción al catalán a finales del siglo XIV, única copia en esta lengua que lleva ilustraciones. La traducción española es de A. Serrano y J. Sanchis, 1986.


El Bestiario toscano (siglo XIII)

De la hormiga

La hormiga es un pequeño insecto del que los hombres pueden tomar verdadero ejemplo, puesto que ella se esfuerza por reunir alimento para que le sirva durante el invierno. Y cuando ella ha recogido el trigo, lo sabe guardar bien y conservarlo de esa forma, bajo tierra, de modo que no pueda germinar ni se pueda estropear. Y cuando ella rompe los granos de cereal, les quita la cáscara; y bien sabe que si así no lo hiciese, ella los perdería.

Hormigas sobre el hormiguero (Bestiario del Museo Meermanno (c. 1450)

Esta hormiga nos enseña a ser muy ordenados y sabios, en esta vida, en todas las buenas obras; y no debemos ser negligentes en preparar nuestro cuerpo para que nuestra alma sea alimentada. Y el alimento del alma son las buenas palabras del Santo Evangelio y de los profetas, tal como dijo Jesucristo: “No tan sólo de pan vive el hombre, más de la palabra de Dios” (Mateo IV, 4. Lucas IV, 4.). Santos hombres debemos ser, de manera que su sabiduría sea verdadera; es decir: todo cuanto hará de bien el hombre en este mundo, sépalo administrar de tal manera que no pueda perderse o que dé fruto en vida y en gloria celestial. Pues dice Dios nuestro Señor: “Atesora en la tierra para que no puedas perder el cielo” (Mateo IV, 20).

Por lo tanto, si Dios hizo para utilidad del hombre a la hormiga, que es así de pequeña, debemos creer que el camello, que es un animal tan grande, mucho más nos da ejemplo del buen hacer.
*****

DON JUAN MANUEL, INFANTE (1282-1348). Escritor y político, sobrino de Alfonso X el Sabio. El conde Lucanor o Libro de los ejemplos está compuesto por 51 cuentos de intención didáctica, donde el autor utilizó fuentes árabes y clásicas. Se trata de una obra maestra del castellano medieval, la primera escrita en prosa narrativa. El texto sobre las hormigas parece inspirado, casi con seguridad, en la Historia Natural de Plinio. 


El Conde Lucanor (1335)
Ejemplo XXIII. Lo que hacen las hormigas para mantenerse

Otra vez hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, de este modo:
Patronio, como todos saben y gracias a Dios, soy bastante rico. Algunos me aconsejan que, como puedo hacerlo, me olvide de preocupaciones y me dedique a descansar y a disfrutar de la buena mesa y del buen vino, pues tengo con qué mantenerme y aun puedo dejar muy ricos a mis herederos. Por vuestro buen juicio os ruego que me aconsejéis lo que debo hacer en este caso.
Señor Conde Lucanor dijo Patronio, aunque el descanso y los placeres son buenos, para que hagáis en esto lo más provechoso, me gustaría mucho que supierais lo que hacen las hormigas para mantenerse. 

Hormigas recolectando grano en espigas de trigo (Bestiario de Philippe de Thaon, c. 1300)


El conde le pidió que se lo contara y Patronio le dijo:

Señor Conde Lucanor, ya sabéis qué diminutas son las hormigas y, aunque por su tamaño no cabría pensarlas muy inteligentes, veréis cómo cada año, en tiempo de siega y trilla, salen ellas de sus hormigueros y van a las eras, donde se aprovisionan de grano, que guardan luego en sus hormigueros. Cuando llegan las primeras lluvias, las hormigas sacan el trigo fuera, diciendo las gentes que lo hacen para que el grano se seque, sin darse cuenta de que están en un error al decir eso, pues bien sabéis vos que, cuando las hormigas sacan el grano por primera vez del hormiguero, es porque llegan las lluvias y comienza el invierno. Si ellas tuviesen que poner a secar el grano cada vez que llueve, trabajo tendrían, además de que no podrían esperar que el sol lo secara, ya que en invierno queda oculto tras las nubes y no calienta nada.
»Sin embargo, el verdadero motivo de que pongan a secar el grano la primera vez que llueve es este: las hormigas almacenan en sus graneros cuanto pueden sólo una vez, y sólo les preocupa que estén bien repletos.
Cuando han metido el grano en sus almacenes, se juzgan a salvo, pues piensan vivir durante todo el invierno con esas provisiones. Pero al llegar la lluvia, como el grano se moja, empieza a germinar; las hormigas, viendo que, si crece dentro del hormiguero, el grano no les servirá de alimento sino que les causará graves daños e incluso la muerte, lo sacan fuera y comen el corazón de cada granito, que es de donde salen las hojas, dejando sólo la parte de fuera, que les servirá de alimento todo el año, pues por mucho que llueva ya no puede germinar ni taponar con sus raíces y tallos las salidas del hormiguero.

Hormigas sobre el hormiguero (Bestiario de Philippe de Thaon, c. 1300)


»También veréis que, aunque tengan bastantes provisiones, siempre que hace buen tiempo salen al campo para recoger las pequeñas hierbecitas que encuentran, por si sus reservas no les permitieran pasar todo el invierno. Como veis, no quieren estar ociosas ni malgastar el tiempo de vida que Dios les concede, pues se pueden aprovechar de él.

»Vos, señor conde, si la hormiga, siendo tan pequeña, da tales muestras de inteligencia y tiene tal sentido de la previsión, debéis pensar que no existe motivo para que ninguna persona y sobre todo las que tienen responsabilidades de gobierno y han de velar por sus grandes señoríos quiera vivir siempre de lo que ganó, pues por muchos que sean los bienes no durarán demasiado tiempo si cada día los gasta y nunca los repone. Además, eso parece que se haga por falta de valor y de energía para seguir en la lucha. Por tanto, debo aconsejar que, si queréis descansar y llevar una vida tranquila, lo hagáis teniendo presente vuestra propia dignidad y honra, y velando para que nada necesario os falte, ya que, si deseáis ser generoso y tenéis mucho que dar, no os faltarán ocasiones en que gastar para mayor honra vuestra.
Al conde le agradó mucho este consejo que Patronio le dio, obró según él y le fue muy provechoso.
Y como a don Juan le gustó el cuento, lo mandó poner en este libro e hizo unos versos que dicen así:
No comas siempre de lo ganado,
pues en penuria no morirás honrado.

FIN
*****

MANDAVILA, JUAN DE (s. XIV). El Libro de las Maravillas del mundo fue uno de los libros de viajes más populares de la Edad Media, con numerosas ediciones y traducciones hasta el siglo XVI. Colón poseía un ejemplar anotado en su biblioteca personal. El texto que presentamos, en edición española de 1540, vuelve a narrar la leyenda de las hormigas extractoras de oro con la inclusión de un curioso dibujo.


Libro de las Maravillas del mundo (1356)
[…] Cerca d´esta isla contra la vía de oriente ay dos islas las quales se llaman la una Orisse y la otra Agite. En éstas ay mucho oro y plata; están estas islas allí donde la mar Bermeja se parte de la Occeana; en esta tierra no veen estrellas que lancen resplandor, sino sola una que es muy clara a la qual ellos llaman "Napes", y no veen allá de la luna sino un quarto.


[…]En la isla de Cabrotaum ay grandes montañas de mina de oro el qual las hormigas guardan, apuran y sacan lo que no es bueno; las hormigas son grandes, y no ay ninguno que se ose allegar a aquellas montañas por miedo de las hormigas si no es con gran ingenio, y es d´esta manera: quando haze gran calor las hormigas se ponen debaxo de tierra desde tercia hasta hora de nona, y entonces ellos toman camellos y dromedarios, rocines y otras bestias y los cargan y salen con el oro corriendo porque las hormigas no salgan fuera; y quando no haze calor las hormigas no duermen ni se ponen debaxo de tierra, y para esto tienen otro modo: que toman yeguas que tengan hijos chicos, y cárgalos con dos barriles pequeños abiertos por alto y cuelgan hasta cerca de la tierra, y assí lançan yeguas a pascer cerca de aquellas montañas y encierran sus hijos, y quando las hormigas veen los barriles corren a ellos muy reziamente porque ellas son de tal natura que no dexan cosa alguna alrededor, ni campo ni otra cosa, y también tienen tal natura que hinchen aquellos barriles de oro de manera que las yeguas quedan cargadas, y entonces los buenos de las yeguas lançan los hijos al campo donde por las yeguas sean vistos; entonces las yeguas vienen para sus hijos y assí las descargan y toman el oro. Aquellas hormigas no hazen mal a ninguna bestia, mas no quieren ver ningún hombre, y son medio león y de muy caliente natura. […].

*****
ANÓNIMO. LIBRO DEL CONOSÇIMIENTO (c. 1385). En este texto castellano, libro de viajes imaginario que tuvo gran difusión en la Edad Media, vuelve a aparecer la leyenda de las hormigas extractoras de oro, situándolas en regiones africanas. Incluyo la interesante nota a la edición que preparó el naturalista y erudito historiador de las Indias Marcos Jiménez de la Espada (1877), en la que expone una sensata interpretación de dicha leyenda.

Libro del conosçimiento de todos los reynos et tierras et señoríos que son por el mundo et de las señales et armas que han cada tierra et señorío por sy et de los reyes et señores que los proveen. (C. 1385; ed. y notas de M. Jiménez Espada, 1877)
[…] Cerca d´esta isla contra la vía de oriente ay dos islas las quales se llaman la una Orisse y la otra Agite. En éstas ay mucho oro y plata; están estas islas allí donde la mar Bermeja se parte de la Occeana; en esta tierra no veen estrellas que lancen resplandor, sino sola una que es muy clara a la qual ellos llaman "Napes", y no veen allá de la luna sino un quarto.
[…] Partí de Ganaht e fui a Crima, otra cibdat que es la Zahara, e dende a Mesça, una rica cibdat. E corre por ella un río que nasce de los montes Claros. E sabet que en este río fenesce el río de Guinoa, que es muy ancho e muy luengo, en que ay muchas tierras yermas e pobladas, de manera que á en luengo sesenta e cinco jornadas e en ancho cuarenta. E Guinoa quiere tanto dezir como siete montes muy poblados e tierra muy abondada, en cuanto duran los montes. Lo otro es toda Zahara desabitada. E los dos montes que dichos son llegan al Río del Oro de que ya conté de suso, e allí cogen los dientes de los marfiles que crían ribera del río, e cogen oro en los formigueros que fazen las formigas ribera del río. E las formigas son grandes como gatos e sacan mucha tierra. E con este reinado confina el reinado de Organa, en que ay otrosí muchas tierras desabitadas toda Zahara, e confina todo de la una parte con el Río del Oro que dizen Nillo. E fuera en la Zahara tres montes muy altos, e son poblados de muchas gentes. Al primero monte dizen mons Organ, do es la cabeça del reino e do coronan los reyes. Al otro dizen mons Tamar, porque ay en él muchas palmas. Al tercero dizen mons Timer, porque en él cogen mucho oro. Los pueblos que son ribera del río non los pude asumar porque son muchos. E el rey d’esta Organa ha por señales un pendón blanco con una palma verde e dos llaves d’esta manera […].
Leyenda de las hormigas extractoras de oro (De Rebus in Oriente Mirabilibus, s. X)

Nota de Jiménez de la Espada:
P. 54, r. 4: oro en los formigueros. -Discutiendo, hace ya tiempo [Revista Europea, 2 mayo, 1875], con el Sr. Morel-Fatio acerca de la veracidad de nuestro franciscano, y con motivo de cierto pasaje del extracto de su libro hecho por los capellanes de Bethencourt, donde se lee: «Et selon que dit le liure du Frére quand ils furent lá oú ils trouuerent fermis sur le riuage du fleuue [de l´or], dont les fermis estoient moult grands, qui tiroient grauelle d'or de dessoubs la terre, etc.», manifesté que «entendía no ser imposible que en aquellas regiones [de África], como en las indicadas por Heródoto, Estrabon, Mela y Plinio, haya hormigas, ú otros animales mayores, tomados por tales, que saquen afuera de sus guaridas, al cavarlas en las playas ú otros depósitos auríferos, pepitas, granos ó pajuelas del codiciado metal, facilitando así el trabajo del hombre ó indicándole los sitios donde aquél más abunda. En la Historia geográfica é hidrográfica del reino de Chile, escrita por órden del Sr. Gobernador Amat y Juinent, en 1760, y dirigida con carácter de oficial al rey Cárlos III, se habla del curioso hallazgo de las minas de oro de Huillipatahua, hecho en 1751, de esta manera: «Este mineral se descubrió ha tiempo de nueve años por acaso; y fue en el llano, aunque no tiene agua corriente, pero á pocas varas da en agua de las vertientes de las lomas que le circuyen, razon por qué hay cangrejeras, que son bocas de cuevas de ciertos camarones, que no son de río, sino de aguas subterráneos. Estos cangrejos se alimentan chupando lo subtil del barro, y el que desjugan arrojan por la boca ó lumbrera de la cueva, de cuya continuacion se levanta una torre cilíndrica de barro lavado, en cada boca de las muchas que hay.
El modo de cazar estos camarones es dejarles caer pendiente una carnada, y luego que la muerden suspenderlos. Sucedió, pues, que estando en este ejercicio persona advertida, conoció que lo que brillaba en el barro era oro, y poniendo mayor cuidado se comprendió que en todo el valle pintaba este metal.» El Sr. Morel-Fatio, al replicarme, tomó mis palabras y esta cita como una defensa de las hormigas de Heródoto y del fraile -y probablemente tambien de las de Juan de Mandeville-. Puede que me haya explicado mal, pero me parece que el sentido más recto de aquéllas no era sino este otro: que el trabajo natural de ciertos animales reales y efectivos, hormigas ó lo que fueren, podia facilitar la busca y hallazgo de los depósitos de oro y su beneficio. ¿Y para qué habia yo de defender los fabulosos instintos y hechos de las hormigas del célebre escritor griego y de los demás que le han creído y copiado, si el franciscano no alude á aquéllos en lo más mínimo? Su texto, no el de los capellanes de Bethencourt, es como sigue: «y cojen [los mercadores] oro en los formigueros que fazen las formigas Ribera del Rio y las formigas son grandes como gatos y sacan mucha tierra.» ¿Qué hay aquí de extraordinario, fuera del tamaño de las hormigas?
Sabida cosa es que el oro de aluvion ó corrido, como decían nuestros antiguos mineros americanos, se halla tanto más abundante y grueso, cuanto más se ahonda en el terreno donde yace; los atrevidos traficantes y marinos de la costa occidental de África iban á su negocio con gran riesgo, y, por ende, á la ligera; si ellos sabian que en determinados parajes se encontraban amontonadas por obra de cualquier animal á flor de tierra cantidades de la más profunda y más rica del depósito, claro está que allí acudirían de preferencia a buscar el metal, con ahorro de tiempo, de hambres y de conflictos con los naturales.
*****
TURMEDA, FRAY ANSELMO DE (1352-c. 1432). Turmeda fue franciscano hasta los 35 años, en que se hizo musulmán y pasó a llamarse Abdallah al-Tarÿumán. Respetado en el Islam, murió en Túnez con fama de santidad, mereciendo en Europa la consideración y el respeto de Alfonso V y Benedicto XIII. Escribió varias obras en catalán y en árabe, de gran acogida. La Disputa del Asno, inspirada en una enciclopedia árabe del siglo X, fue traducida al español en 1932. El relato es interesante por cuanto introduce, junto al tratamiento de las semillas por parte de las hormigas recolectoras, la comunicación entre las obreras durante el reclutamiento.

Disputa del Asno (1417)
[…] Un pequeño y sutil animal es la sabia y discreta hormiga; viendo su sabiduría y su experiencia dijo Salomón, uno de los hijos de Adán que ha sido el más sabio y discreto de entre vosotros, en su libro llamado Los Proverbios (capítulo VI): "¡Oh, perezosos! Ved la hormiga y aprended de ella sentido y discreción; observad la prisa que se da en el estío para recoger su alimento y poder reposar en el invierno y darse placer y gozo". Ahora mirad, fray Anselmo, y por vos mismo contemplad cómo sabia y discretamente construyen sus casas y habitaciones bajo tierra de diversas guisas y maneras unas largas, otras anchas; unas para habitar y permanecer en ellas; otras como cuevas y almacenes para guardar las viandas del invierno; las llenan de trigo, cebada, lentejas, habas, guisantes y otras vituallas. Y si sus víveres, por la humedad del local o la lluvia se estropean, cuando ven que hace un bello día de sol los sacan fuera para enjugarlos y secarlos, y cuando están secos los restituyen a las cuevas y almacenes. Y todavía, por el temor a que sus víveres germinen a causa del calor y la humedad, que son las dos causas de la generación, en el verano parten el grano de trigo en dos pedazos, y al de cebada, habas y lentejas le quitan la piel, porque saben que de esta manera ya no pueden germinar.
Hormigas sobre el hormiguero (Bestiario de Harley, c. 1230-1240)
Durante el estío se levantan muy de mañana y salen de su habitación para buscar víveres; y lo que cada una encuentra para comer, por mucha hambre que tenga, por nada del mundo se lo comería, sino que lo lleva lealmente a la casa para comerlo en común, sin sombra de propiedad. Y si alguna de las hormigas encuentra una gran cantidad de víveres, se vuelve muy sabiamente a sus compañeras, llevando un grano de lo que ha encontrado para mostrárselo, y entonces todas juntas o la mayor parte van al sitio descubierto y traen los víveres a su casa-habitación. Y si alguna de ellas encuentra víveres de gran tamaño, como un panal de miel o cosa semejante, al ver que por sí sola no puede arrastrar tanta carga, se vuelve a la casa y lo comunica a las otras; entonces, todas juntas o las que allí se encuentran van con ella al lugar de la vitualla, y si juntas pueden lo arrastran entero, y si no lo parten en pedazos y cada una lleva el suyo. Y cuando han llegado a la casa, las otras la preguntan el lugar de la vitualla descubierta., les dan las señas del camino y marchan una a una; y cuando encuentran a las que vienen, se paran y las besan (como vuestras mujeres catalanas cuando regresan de los perdones y encuentran alguna conocida), y vuelven a preguntarles hasta llegar al sitio de la vitualla y llevan a la casa su parte, como las demás compañeras.

Buch der Natur (Konrad von Megenberg, c. 1350-1482)

Gobiérnanse, sin embargo, bajo la obediencia de su rey, y la que obra mal es castigada; según el crimen es grande o pequeño, le cortan una mano, un pie o la cabeza, y los cuerpos de las que por justa sentencia han sido condenadas a muerte, los colocan en el camino de sus habitaciones para dar ejemplo a las demás. Y los cuerpos de las que mueren por enfermedad, los entierran en una sepultura. Y cuando alguna, en caso de desventura, resulta herida por algún hijo de Adán u otro animal y ha perdido algún miembro, por lo que no puede volver a la casa, en seguida van todas por mandato del rey y la traen o la atienden hasta que queda curada o muerta. ¿No os parece, pues, fray Anselmo, que en nosotros hay tanta sabiduría y tanto sentido como en vosotros? Ciertamente que sí, y aun más. Y eso nadie que tenga uso de razón podrá contradecirlo […].
*****
PEISSEL, MICHEL (1937-). Desde Heródoto, la leyenda de las hormigas extractoras de oro ha persistido inalterable durante siglos, citándose ininterrumpidamente en la antigüedad y a lo largo de la Edad Media. No fue hasta los años ochenta del siglo XX que el antropólogo y explorador francés Michel Peissel comenzó a desvelar el enigma de aquella antiquísima historia. He aquí el apasionante relato de su descubrimiento en las montañas del Tibet.
El oro de las hormigas (1982)
Las hormigas buscadoras de oro

[…] Aquella tarde interrogué a Sonam y a Tashi acerca de los relatos sobre las hormigas buscadoras de oro. Me dijeron que ellos no conocían ninguno, pero añadieron:
Nuestros padres nos hablaban de las arenas auríferas que hay en las madrigueras de las marmotas.
¿Qué? exclamé asombrado.
Sí. Los ancianos decían que acostumbraban ir a la llanura de Dansar para recoger arenas con oro en las madrigueras de las marmotas, phia ser nakeliung (marmotas extractoras de oro). Verás me explicó Sonam: las marmotas sacan arena de debajo de la tierra y en esa arena hay oro.
Apenas podía creer lo que estaba oyendo, e hice que Sonam repitiera su explicación. Luego pregunté a Tashi, y éste me la ratificó, añadiendo, sin embargo, que actualmente no se hacía así, aunque en tiempos pasados era práctica común en Dartzig.
¡Por fin, debido a la mera casualidad y de forma inesperada, se veía confirmada la famosa leyenda de Heródoto!
¿Y dónde está la llanura de Dansar? -pregunté muy conmovido.
Entre Ganosh y Morol. Es una altiplanicie reseca y árida, parecida a un desierto, y está llena de marmotas.
Las palabras de Heródoto acudieron entonces a mi mente:
«Hay otros indios más al norte, alrededor de la ciudad, una ciudad llamada Kaspatyros, y en la tierra de Pactyica, y esos indios, en su modo de vivir, se parecen a los bactrianos. Éstas son las tribus indias más belicosas y las que van a buscar oro, pues en esa región hay un desierto de arena. En tal desierto mora una especie de hormiga de gran tamaño, mayor que un zorro, pero no tan grande como un perro. Algunos especímenes capturados allí se conservan en el palacio de los reyes persas. Esas criaturas, que tienen sus madrigueras bajo el suelo, extraen arena y la amontonan, al igual que nuestras hormigas hacen con tierra, y se parecen mucho a éstas en su forma. Las arenas poseen un rico contenido en oro, y eso es lo que buscan los indios cuando efectúan sus expediciones al desierto. De acuerdo con los persas, la mayor parte del oro se obtiene de la manera que he descrito. Cierta cantidad, no mucha, procede de las minas que se hallan en su propio territorio.» 
Hormigas extractoras de oro (Salterio Queen Mary, c. 1310-1320)

Estaba loco de alegría y casi no podía creer lo que acababa de oír. Era la confirmación oral de que el oro se recogía de la arena extraída por esas «hormigas gigantes», como Heródoto había llamado a las marmotas a falta de palabra más apropiada. Todo coincidía con el relato del griego: el desierto, el tamaño de las «hormigas», su piel, mencionada por Nearcos, y las gentes que los cachemirianos todavía llaman darades, auténticos antepasados de los minaros.

Corrí a contarle a Missy la sorprendente noticia. En seguida nos pusimos a observar los mapas. A unos treinta y cinco kilómetros de Dartzig se encontraba, en efecto, el valle de Ganosh y la pequeña ciudad de Morol, en la margen del Indo, justo donde se juntan el Suru y el Shingo para unirse al gran río. Entre los dos y de acuerdo con los perfiles del mapa existía una gran llanura. Allí, exactamente allí según confirmaron mis amigos minaros, estaba el thang de Dansar. Era aquélla la localización más precisa de la región de las hormigas buscadoras de oro, o sea las marmotas. «Esas criaturas, que tienen sus madrigueras bajo el suelo, extraen arena y la amontonan, al igual que nuestras hormigas hacen con tierra.» ¡Heródoto tenía razón! No era el embustero en el que no creían los científicos modernos y su relato estaba lejos de ser exagerado. Había contado la verdad una vez más y lo había hecho con todo detalle, puesto que también aseguraba:
«El oro se encuentra aquí en gran cantidad, bien en las minas, arrastrado por los ríos o robado a las hormigas.»
Efectivamente, yo sabía que las aguas del Zanskar y del Suru arrastraban arenas auríferas, y también que se extraía oro de las minas situadas en las orillas del Inda, así como, según acababa de descubrir, de las madrigueras de las marmotas en la llanura de Dansar.
¿Por qué, entonces, nadie había encontrado nunca esta tierra? ¿Por qué los conquistadores, los aventureros, los científicos no habían descubierto las hormigas y su oro? ¿Por qué habían fallado todos en identificar esa llanura? ¿Por qué habían permitido que el relato fuese creciendo y creciendo, hasta convertirse en una de las más fabulosas leyendas de la antigüedad y de tiempos posteriores? ¿Por qué Hermann, el erudito alemán, o el reverendo Francke, que había pasado tantos años en el Ladak, no supieron encontrar su origen?
La respuesta era sencilla. Estaba escrita en mi mapa y en los rostros de mis compañeros minaros, y explicada además por las altas cumbres que nos rodeaban. La tierra de las hormigas buscadoras de oro, la llanura de Dansar y toda aquella zona, era, y sigue siendo, una de las más inaccesibles -de nuestro planeta. Por eso es ahí donde han sobrevivido, inconquistables, los minaros y por lo que ni siquiera el audaz Francke, al parecer, estuvo nunca en las aldeas al sur de Dartzig y tampoco en ese lugar donde durante milenios se ha guardado el secreto sobre el origen de las hormigas buscadoras de oro.
Hormigas extractoras de oro (Salterio Queen Mary, c. 1310-1320)


No se debe a una casualidad el que los minaros hayan sobrevivido en toda su pureza como «los últimos arios» del Tíbet, que así los llama Shaw. Tampoco lo es que, como advertí en el mapa, la línea de alto el fuego corra a lo largo de la llanura de Dansar, dado que era, y todavía es, imposible para un ejército invasor penetrar en ese santuario. Si las tropas indias y paquistaníes se han detenido a cada lado de dicha llanura es porque nadie puede hacer una guerra en la ratonera natural que forman los valles de los minaros, valles como los de Ganosh y Dartzig, y los de Dab, Hanu y Garkund, con laderas que caen casi verticalmente desde montañas de 5.000 metros de altura hasta los abismos de las gargantas del Indo. Entrar en estos valles de poca extensión y con accesos escarpados sería, militarmente, un suicidio. Son lugares en los que sólo pueden sobrevivir los minaros, cautivos de su propio entorno, nunca turbados por las tropas invasoras de los reyes del Tíbet ni por los guerreros musulmanes que han peleado durante cientos de años en zonas cercanas. Tampoco los viajeros han pasado por allí, pues la ruta comercial, que en las demás regiones sigue el trazado del Indo, tiene que apartarse en ésta para salvar sus profundas gargantas. Verdaderamente, no es una casualidad el que la llanura de las marmotas buscadoras de oro haya escapado a su descubrimiento durante tantos siglos. Otra buena razón para ello es que la llanura de Dansar, como la tierra minara, ha estado siempre más allá de los límites extremos de todos los imperios del viejo mundo. El Himalaya se halla allende el universo conocido por los griegos y conquistado por Alejandro. Esta teoría también puede aplicarse al gran imperio indio, cuyos sucesivos gobernantes, si bien alcanzaron Cachemira, rara vez o nunca se aventuraron hacia el norte, hacia el Himalaya, cuya altura y condiciones climatológicas resultaban excesivamente duras para hombres acostumbrados a vivir en calurosas llanuras. El territorio minaro, y esto también hay que tenerlo en cuenta, está fuera de los límites más lejanos de la expansión china hacia Occidente. Y si bien los emperadores del Celeste Imperio conquistaron y gobernaron en el siglo VIII las regiones septentrionales del Karakorum, sitiando brevemente a Gilgit, nunca remontaron el Indo hasta la plaza fuerte natural de los minaros. Por otra parte, aunque los tibetanos llegaron en ese mismo siglo a Gilgit y a Skardo, pasaron de largo por los escondidos valles situados a ambos lados del Indo, donde los agresivos minaros permanecían atrincherados.

También sucedió así con los conquistadores musulmanes, que no entraron nunca en dichos valles, ya que éstos se hallaban más allá de los límites de su vasta esfera de influencia. En tiempos más recientes, los británicos, aunque su imperio incluía el Ladak entero, tenían un único representante en todo el país, su residente en Leh. Uno de esos residentes, llamado Shaw, demostró cierto interés por los minaros, pero no llegó a ir a la llanura de Dansar ni a encontrar el oro de las hormigas.
El único imperio que en realidad gobernó esta zona fue el gran imperio persa de Darío, en el siglo v antes de Jesucristo. En aquellos tiempos, Darío extendió sus vastos dominios hasta la India y el Himalaya occidental. Así fue como llegó a conocerse la existencia de las hormigas buscadoras de oro. Heródoto relata cómo, en el momento de su apogeo, el imperio persa estaba dividido en veinte satrapías o provincias. Una de éstas, la séptima, censada por Heródoto, comprendía Bactria (el norte del Afganistán y partes del Turquestán ruso) e incluía los dominios de los gándaros, satagidios, aparitas y los misteriosos dardos o dardicaes. Esta provincia del imperio persa debía pagar 170 talentos de oro como tributo al rey persa. De este modo supo Darío la extraña manera que tenían los dardos de hacerse con el oro. En consecuencia ordenó capturar uno de esos singulares animales buscadores del precioso metal y llevarlo a la corte. Oyendo los relatos de los soldados o los mercaderes, Heródoto tuvo conocimiento del hecho, es decir, de la sorprendente manera en que el animal extraía de la tierra arenas auríferas. Ese oro se llamó « bactriano» porque llegaba a los persas desde la satrapía de Bactria.
Lo que más tarde confundiría a los que quisieron buscar ese oro fue la forma en que Heródoto explicó el caso. En su relato existen dos aspectos que inducen a error. En primer lugar, el haber empleado la palabra hormiga para describir lo que, con toda evidencia, era una marmota. En segundo, el asegurar que aquellas «hormigas» eran peligrosas. Pero debemos alegar en favor suyo que usó el término con precaución y sólo a falta de una analogía más exacta, diciendo que las «criaturas» extraían el oro transportando arena, como las hormigas extraen y transportan tierra. Heródoto no aseguró nunca que fueran hormigas las que buscaban el oro, sino que eran «una especie de hormigas», y sigue describiendo a la «criatura» como muy parecida a ese insecto. Escritores posteriores dejaron de lado esta prudente analogía y sólo se refirieron a la palabra «hormiga», que probablemente hizo impacto en la fantasía de todos ellos, oscureciendo la descripción muy precisa que realizó Heródoto en cuanto al tamaño de las «hormigas», y más tarde olvidaron también la mención de su «piel» hecha por Megástenes. A partir de ahí, todos parecen convencidos de que esas «criaturas», como las llama el historiador griego, fueron realmente hormigas.
Resulta un tanto sorprendente que estudiosos más modernos, como Herrmann, Laufer y Francke, por nombrar sólo a unos pocos, hayan seguido refiriéndose a las hormigas en vez de intentar identificar a las «criaturas» en cuestión. Existen, sin embargo, algunas excepciones; por ejemplo, la de C. Ritter, que en 1833 fue la primera persona en sugerir lo de las marmotas, aunque ignorando todas las indicaciones geográficas que localizaban en la tierra de los dardos a las hormigas del oro. Ritter pensó que la tierra de las marmotas extractoras de oro podía hallarse en las fuentes del río Sutlej, cerca de la cima del sagrado Kailash, basándose en el informe de Moorcroft, donde dice que lo mismo las marmotas que el oro deberían encontrarse en esa zona, si bien ni el mencionado científico ni ningún otro las relacionó entre sí.
Herrmann, por otro lado, en un estudio escrito el año 1938, identificó correctamente el país al que se refiere Heródoto como la tierra de los dardos, situada a poca distancia de Cachemira, aunque en esa época la verdadera patria de los dardos no había sido establecida con precisión, como hemos visto. Pero Herrmann, al igual que otros, descartó a las marmotas, prefiriendo creer en las hormigas. Probablemente le impresionó mucho la ferocidad de las «hormigas» señalada por Heródoto. Hay que tener en cuenta que a las marmotas se las considera, en general, inofensivas. Indujo a error el que lo mismo Heródoto que Megástenes relataran lo peligrosas y agresivas que eran esas «hormigas», lo que obligaba a los buscadores de oro a apoderarse del metal con la mayor rapidez posible.
Ahora se me aparece con toda evidencia que tales relatos acerca de la peligrosidad de las hormigas no fueron más que el complemento normal que acompaña a toda narración referente a tesoros escondidos y riquezas. Se ha dicho siempre que esos tesoros están celosamente guardados por gigantes, grifos, dragones, etcétera. Ésta parece ser la natural y necesaria explicación que emplean los narradores para justificar que no puedan robarse, ni siquiera localizarse. Es posible también que se hayan magnificado intencionadamente los datos que a ellos se refieren, con el fin de impedir que los aventureros de toda laya los busquen.
Los científicos modernos que han estudiado el relato referente a las hormigas no han tenido ninguna dificultad en encontrar en todos los países del mundo cuentos y fábulas relacionados con dicho insecto, que, dicho sea de paso, siempre ha fascinado al hombre por la sorprendente actividad que despliegan en sus pequeñas comunidades. No es de extrañar que existan tantas narraciones que a ellas se refieren. Pero en ninguna se las asocia con el oro de los dardos. Tampoco es de extrañar que muchas de' esas narraciones mencionen el oro, tesoros y riquezas, así como princesas, reyes y malvados ministros. Tal fue el cuento recogido por Francke acerca de las hormigas y su rey, que explican por qué aquéllas tienen la cintura tan estrecha y cómo la princesa se casó y fue feliz gracias al oro que los insectos sacaron del lago.
Aunque las marmotas no son agresivas, cierto es que ante la' proximidad del hombre se yerguen sobre sus patas traseras y dejan escapar un amenazador chillido de alarma. Pero la causa de los peligros descritos por Heródoto no procedía de esos animales, sino, mucho más verosímilmente, de los antiguos habitantes de la llanura de Dansar, que, como es natural, defendían la posesión de su oro. Quienquiera que acudiese en busca de ese oro debía luchar con los pobladores de la región, que, como se deducía de los dibujos grabados en las piedras, fueron excelentes tiradores, entrenados en la caza del íbice (que es la más veloz de todas las cabras monteses), que tenían a su servicio feroces perros de caza y empleaban flechas impregnadas de mortal aconita, «el veneno más violento que existe».
No cabía duda de que en lo que Sonam y Tashi me habían contado se hallaba la raíz del mito de las hormigas buscadoras de oro. La evidencia demostraba que aquella región estaba poblada por gentes a las que los cachemirianos llamaban darades, el mismo nombre aplicado por Megástenes, que obtuvo esa información, no lo olvidemos, mientras estaba en la India, y sin duda le fue confiada por cachemirianos. En ninguna otra parte de las zonas auríferas del Himalaya occidental se han encontrado datos locales que se refieran a animales o insectos extractores del oro existente en las arenas. Por ello creo, sin ninguna clase de duda, que el famoso relato debió extenderse a partir de la llanura de Dansar, en el corazón de la zona minara.
A través de los siglos, el aislamiento geográfico y político de esa tierra alejó a los intrusos. Todavía hoy resulta prácticamente inaccesible. Que yo sepa, la llanura de Dansar se encuentra en tierra de nadie a lo largo de la línea de alto el fuego indopaquistaní, aunque más hacia el lado paquistaní de dicha línea, que varía significativamente de uno a otro mapa.
Al estudiar las causas por las cuales la identidad de la llanura de Dansar y sus marmotas buscadoras de oro han escapado durante tanto tiempo al conocimiento general, creo que también debemos tener en cuenta el problema que representa el lenguaje. El minaro, tal como lo habla la población local, es probablemente una de las lenguas más ininteligibles y desconocidas, así como de las menos habladas en toda Asia. Nosotros fuimos los primeros en recoger palabras y formar un extenso vocabulario de esta extraña forma del shino, conocido solamente por el primer léxico, muy corto, establecido por Shaw hace unos cien años. En cuanto al tibetano, la única segunda lengua que entienden los minaros, la conocen sólo contadísimos extranjeros. A mí, que hablo corrientemente el tibetano, me ha costado pasar tres años en esa tierra para sonsacar finalmente a mis amigos el bien guardado secreto de las marmotas de Dansar.
Resulta, pues, más allá de toda duda medianamente razonable que las «hormigas» fueron marmotas, la marmota asiática llamada «marmota bobak», que vive únicamente en las altas y desoladas llanuras o valles situados por encima de los 4.000 metros, altura que corresponde exactamente a la que tiene la thang (1) de Dansar. Como animales que pasan el invierno soterrados, las marmotas excavan amplias y complicadas madrigueras, en las cuales almacenan grandes cantidades de hierba, extrayendo mucha tierra y formando voluminosos montones a la entrada de esas madrigueras.
En mis viajes he tenido oportunidad de ver algunos de esos montones, que medían más de un metro de alto y cubrían áreas de diez metros cuadrados. Esta tierra o arena, si contenía oro, produciría, después de cribada, el metal suficiente como para que mereciera la pena apoderarse de ella, y eso fue lo que hicieron, los hombres de Dartzig. Como las marmotas tienen el pelaje marrón oscuro, con toques rojizos y marrón claro, no es necesaria mucha imaginación para contar que la piel de la marmota es como la de la pantera, la de variedad manchada, no listada. Las marmotas, por supuesto, son más grandes que las zorras y también más pequeñas que muchos perros.
La emoción que me causó este descubrimiento me hizo olvidar momentáneamente la inquietud que despertaba en mí el arriesgado proyecto que pensaba realizar. Aquella misma noche crucé con Sonam el riachuelo y me acerqué a una casa cercana, donde tres viejas brujas destilaban un excelente chang, la cerveza de cebada. Era ya muy tarde y hacía un frío intenso cuando Sonam y yo, ligeramente borrachos, nos dirigimos, dando algún traspiés en la oscuridad, hacia nuestro somero abrigo. Sonam resbaló en mitad del arroyo, y cuando llegamos al campamento hubo de reavivar el fuego para secar sus empapadas ropas antes de irse a dormir.
(1) La palabra tibetana thang, que significa llanura, se aplica a cualquier espacio llano aunque sea de tamaño pequeño. Si Heródoto menciona un desierto, lo cual induce a error, es sin duda debido a las características arenosas del lugar, mientras que la mención de Megástenes refiriéndose a una llanura en una montaña es correcta.

6 comentarios:

  1. Como siempre Jose María, una delicia leerte; gracias por tu esfuerzo, tesón y tiempo para traernos esta parte de la historia. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Y yo me alegro mucho que te guste, José Luis.

    Saludos

    ResponderEliminar
  3. ¡Excelente estudio! Enhorabuena.

    ResponderEliminar
  4. ¡Excelente estudio! Enhorabuena.

    ResponderEliminar
  5. ¡Excelente estudio sobre las hormigas y Dalí! Enhorabuena.

    ResponderEliminar
  6. Me alegra que sea de tu interés. Muchas gracias.

    José María

    ResponderEliminar