domingo, 21 de marzo de 2010

El biólogo Xavier Roig

Biologist Xavier Roig

No conozco personalmente a Xavier Roig, y apenas sé de su vida. A finales de los setenta se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales, dedicando muchos años a temas financieros. Más tarde se hizo biólogo y, actualmente, cursa estudios de Filología Catalana. Durante los años 2000-2008 fue miembro activo del comité de publicación de la revista International Microbiology, y en 2001 participó en el Programa de Biología Planetaria de la NASA (Universidad de Amherst, Massachusetts). Su nombre figura en el elenco internacional de taxónomos de hormigas que elabora el Global Ant Project.

Xavier Roig

En el año 2005 comenzó a participar en el Foro Lamarabunta y entré en contacto con él. Le pedí que me revisara la traducción que había hecho de un tratado del siglo XVIII, la Historia natural de las hormigas del naturalista francés Réaumur, considerado primer texto moderno de la mirmecología. Realizó un trabajo minucioso e impecable… El libro se publicó en 2006.


Xavier Roig es un notable comunicador. Sus artículos en el Foro Lamarabunta son estupendos e incitadores. Uno de los últimos, en varias entregas, se titula En defensa de The Superorganism de Hölldobler y Wilson. En otro, precioso, reúne desde hace varios años los Sellos de hormigas del mundo:



Pero Roig, además, es un promotor y animador incansable. Ha sido uno de los artífices y primer Presidente de la Asociación Ibérica de Mirmecología (AIM). En su blog de la AIM ha iniciado recientemente la exposición de sus investigaciones sobre los Grupos funcionales de hormigas. Bajo su presidencia, entre otros muchos logros y actividades, tuvo lugar el acto por el que se hizo Miembro de Honor de la Asociación al gran mirmecólogo norteamericano Edward O. Wilson:

                 

Xavier Roig es una persona cordial y generosa, con encomiable capacidad de diálogo. Desde aquí, un fuerte abrazo.

domingo, 14 de marzo de 2010

Las hormigas en Ibn al-Awwam (siglo XII)

The ants in Ibn al-Awwam (XII century)

En el siglo XVIII se descubrió en la Biblioteca del Escorial un manuscrito árabe compuesto por 426 folios de papel de algodón. Se trataba de un extenso e importantísimo tratado de agricultura del siglo XII escrito por el sevillano Ibn al-Awwam, también llamado Abu Zacaría. El autor empleó numerosas fuentes grecolatinas, nabateas y árabes, que unió a su larga experiencia y conocimientos en la materia. El Libro de Agricultura (Kitab al-Filaha), describe los diferentes tipos de tierras y labores, estudia cerca de 700 plantas y árboles frutales, y se ocupa de veterinaria y apicultura.
En 1802 fue traducido al español por José Antonio Banqueri (Imprenta Real, Madrid), de donde he tomado el texto que sigue, adaptando la ortografía. Al-Awwam, como no podía ser menos, se ocupó de las hormigas que afectaban a plantas y árboles frutales, y lo hizo de manera práctica y sin concesiones a la fantasía.
En uno de los párrafos menciona unas hormigas “pequeñitas como átomos de olor fétido” que atacan ciertos árboles. Quizá alude a las ubicuas y pequeñas obreras negras  del género Tapinoma, tan abundantes en mi Sevilla natal, capaces de establecer una amplísima red de senderos que conducen sucesivamente a árboles distantes del nido principal.

Ilustración de un manuscrito árabe andalusí sobre agricultura

Medios para repeler las hormigas de los árboles
Sobre reservar los árboles del daño de las hormigas, dice Abu-el-Jair, que se estorba la subida de ellas en la higuera y el cabrahígo, si alisando y bruñendo muy bien un palmo del tronco todo alrededor por donde no tenga tosca la corteza con hueso o piedra lisa, se unta la parte superior e inferior con almagra desleída en agua, pues así las hormigas no se le acercan. Otros dicen, que el mismo efecto se logra untando el tronco con mezcla de alquitrán y estiércol desmenuzado. Que si con la misma se embarra el sitio donde la rama u otra parte verde del árbol hubiere sufrido algún corte, se le suelda aquella herida. Y finalmente, que sahumando el sitio acometido de hormigas con raíces de tuera perecen todas las que hallaren este olor.
Sahumando con las hormigas, langostas y escorpiones, de que respectivamente venga el daño, el sitio de que estos insectos fuere acometido, huyen de allí los demás, según Kastos; el cual añade, que acaso sucede lo mismo haciendo igual uso de los otros insectos en lugar de los de la respectiva especie, y que sahumando las hormigas con raíces de tuera, huyen de aquel olor. Según escriben algunos Agricultores, y Wázeg, rociando poleo y alcrebite bien molido hacia las bocas de los hormigueros y de los enjambres de avispas, abejas y tábanos, se exterminan estos insectos. El vicio de lacerarse y encogerse las hojas de los árboles, llamado bákarad, de que (según Háj Granadino) suele ser acometido especialmente el durazno y el ciruelo, proviene de dos causas: de las cuales una es ser muchas las hormigas en aquel árbol o en otros semejantes, a saber: las pequeñitas como átomos de olor fétido, las cuales dañando las raíces y las yemas se engendra en ellas como especie de maná glutinoso nada dulce, que se pega a la mano, y que no dejando de ir en aumento hasta un grado dominante, las corrompe y seca. La segunda causa es haber el mucho estiércol arrugado las hojas del durazno, ciruelo, peral y semejantes, haciéndolas pasar de su regular estado al de laceradas; pues juntándose en ellas el calor del sol con el de aquel estiércol se encogen, como sucede al cabello que tiene el fuego cerca, el cual ensortijándose se abrasa luego. Así, el remedio para cuando se descubrieren tales hormigas en el árbol será formar en su tronco, de pez o barro a manera de taza que lo circunda, para que llegando las hormigas al agua de que ha de estar llena, no pasen adelante a la parte superior del árbol, sino que repelidas se vuelvan al pie. O echando junto a éste huesos de palomas torcaces untados de miel, así que en ellos se hayan prendido las hormigas se arrojarán al agua lejos del árbol o a tal distancia que no vuelvan a él. O a más de esta se hará y repetirá otra operación semejante hasta limpiar dichas hormigas, sin dejar de ejecutarla en las ramas de que se hubieren colgado hasta que caigan todas, conviene a saber, rociándolas con agua en que se hayan infundido ajenjos un día y una noche; pues así queda libre el árbol de las hormigas, que por este medio desaparecen. Si este encogimiento o contracción de las hojas proviniere de haberse la tierra quemado mucho con el estiércol, o de estar el árbol en tierra negra, cuya superficie se haya quemado con la mucha copia del mismo, o en paraje falto de agua, sanará de aquel vicio excavándole ante todo y retirándole la tierra del pie y raíces, cubriéndole estas mismas con el residuo de la tierra de los alfahares, especialmente la bermeja (que para esto tiene virtud) juntamente con guijo suelto, y regándole cada cuatro días. Y si al tiempo de descubrirse aquella contracción en sus hojas se le amontonaren piedras hacia el pie, se ahuyentarán enteramente aquellas hormigas pequeñas. Según la Agricultura Nabatea, si el vaso que contuviere miel o cosa semejante de las que buscan las hormigas, se tapa con lana blanca cardada de carnero, no se le acercan tales insectos, e igual efecto se logra si se le rodea de la misma. Susado dice, que poniendo piedra imán atractiva del hierro hacia la boca del hormiguero, no salen afuera las hormigas y se retiran al centro de la tierra; que tampoco se acercan al montón de trigo, poniéndola en medio de él; y que el murciélago muerto tiene la misma virtud.

jueves, 11 de marzo de 2010

Sobre la araña de Nasca

On the Nasca spider

En la costa sur del Perú, sobre el suelo de una de las zonas más áridas de la Tierra, la cultura Nasca (200 a. C-600 d. C.) trazó cientos de extraordinarios diseños geométricos y figurativos –los llamados geoglifos– que ocupan una extensión de 3900 kilómetros cuadrados. Uno de los geoglifos más conocidos es la llamada Araña, de 46 metros de longitud.


En 1999 los mirmecólogos De Andrade y Baroni Urbani sugirieron que podría tratarse más bien de una hormiga, concretamente alguna especie del conspicuo género Cephalotes (De Andrade, M. L. and C. Baroni Urbani. 1999. Diversity and adaptation in the ant genus Cephalotes, past and present. Stuttgarter Beitraege zur Naturkunde (B)271: 1-889).
En la introducción a esta voluminosa monografía sobre el género Cephalotes, pusieron la siguiente ilustración en la que comparaban la araña de Nasca y la silueta de una obrera de Cephalotes atratus:

Comparación entre el geoglifo de Nasca y la silueta de una obrera de Cephalotes atratus
(según De Andrade y Baroni Urbani, 1999)

Los argumentos de De Andrade y Baroni Urbani en favor de la hormiga eran los siguientes: 1) las hormigas Cephalotes son más comunes y llamativas que las arañas; 2) en la morfología del geoglifo de Nasca aparece un carácter típico de los insectos y ausente en los arácnidos –la separación entre la cabeza y el tórax–, carácter más fácil de observar que el número de patas.

Podría añadirse que las hormigas han tenido y tienen un papel importante en la vida de muchos pueblos de Centro y Sudamérica: en la alimentación, en medicina, en la formación de leyendas y mitos como el del origen del maíz, etc. Sin embargo, me decanto personalmente por la creencia popular de que se trata de una araña. Para justificar esta hipótesis recurriré a la psicología de la percepción y a los datos que aporté en un artículo anterior (¿Cuántas patas tiene una hormiga?).

Si atendemos a la iconografía de hormigas de los siglos XIII al XVI (procedente, principalmente, de bestiarios y obras literarias sin pretensión científica), constatamos que el número de patas dibujado varía entre 0 y 8 (Fig. 1). Si preguntamos a niños y adultos de nuestro entorno, ajenos a la zoología, algunos expresarán igualmente dudas sobre el número de patas de una hormiga. Por tanto, en estos casos, el número de patas no es un rasgo decisivo para caracterizar a este insecto, como tampoco lo es la forma y división de su tórax. Saben que las hormigas tienen patas, quizás muchas, pero sin más precisión.

Fig. 1. Dibujos de hormigas. H1, H3, H4 y H5: Europa, siglos XIII al XVI; H2: Cultura Azteca, 1541

Otro tanto sucede con las arañas dibujadas en la cerámica del pueblo Nasca y otras culturas peruanas como la Mochica (Fig. 2), donde se representan arañas de 8 patas (A1, A4 y A5), 12 patas (A3) y 16 patas (A2).

       Fig. 2. Arañas pintadas sobre cerámica. A1, A2, A3 y A4: Cultura Nasca; A5: Cultura Mochica

Con todo, la representación pictórica de las patas de hormigas y arañas mantiene una regularidad muy interesante: la que emana de la simetría bilateral del cuerpo respecto de su eje longitudinal (línea azul en la Fig. 3). A un lado y otro del cuerpo, la hormiga y la araña tienen el mismo número de patas (si tiene 3 a la izquierda, tendrá 3 a la derecha, si tiene 4 a la izquierda, tendrá 4 a la derecha, etc.).

Fig. 3. Geoglifo de Nasca, araña y obrera de Cephalotes atratus (Fotografía de Elektronek: Picasaweb)

Ahora bien, si trazamos un eje transversal (línea amarilla en la Fig. 3) por los puntos medios de la hormiga y de la araña, la simetría bilateral que obtenemos difiere sustancialmente para ambos artrópodos. Mientras en las arañas dibujadas se mantiene siempre la simetría bilateral, conservándose el mismo número de patas en cada lado superior e inferior (8, 12 o 16 patas en cada lado), en las hormigas desaparece dicha simetría en los casos de 2 y 6 patas (H2 y H4 en la Fig. 1), es decir, en aquellas que tienen número impar –1 y 3, respectivamente– de pares de patas.

Del mismo modo que el hombre antiguo o moderno, sin intencionalidad analítica o científica, es capaz de percibir gestálticamente la simetría del número de patas respecto del eje longitudinal de los artrópodos, así será capaz también, muy probablemente, de percibir la simetría con referencia al eje transversal. Y esta capacidad nos indica, por de pronto, que los habitantes de Nasca nunca trazarían una araña que careciera de simetría transversal en el número de patas, es decir, que tuviera 1 o 3 pares de patas.
Sin embargo, podrían trazar un geoglifo de 2 o 4 pares de patas (como el caso que nos ocupa), cumpliendo la regla de la simetría transversal. ¿Cómo discernir entonces si estamos ante una araña o una hormiga?
De los dibujos de arañas que he podido reunir en la Fig. 2, cabe deducir: a) que el número de pares de patas nunca es inferior a 4; b) que los pares de patas del lado superior se orientan hacia arriba, y los de la parte inferior hacia abajo (postura frecuente en las arañas estáticas y que no suele darse en los dibujos de hormigas de 8 patas).

Es probable que la percepción gestáltica de la simetría transversal de las patas de las arañas incluya estos dos elementos que acabo de citar: un número mínimo de pares de patas y su disposición en direcciones opuestas, lo que descartaría que el geoglifo de Nasca fuera una hormiga.
Finalmente, debe recordarse, en relación con la psicología de la percepción de las arañas, que este artrópodo –contrariamente a las hormigas– es habitualmente solitario, posee patas largas y ostensibles, y tiene un comportamiento estático que facilita especialmente su contemplación.

domingo, 7 de marzo de 2010

Los caminos de Katharina Meldner

The paths of Katharina Meldner

Imagine el lector que se acerca a la entrada de un hormiguero y disemina aquí y allá un poco de azúcar para ver qué hacen las hormigas. Imagine que no tiene prisa y que permanece allí durante horas mirando cómo salen y deambulan y vuelven y se aglomeran y forman filas estos insectos. Imagine que toma notas minuciosas de todos y cada uno de los caminos seguidos por las hormigas, y que pretende representarlos –recrearlos– en una sola imagen integradora.
Esto ha hecho la artista alemana contemporánea Katharina Meldner. Tras la fase de campo, se ha ido con sus notas al taller y ha compuesto una serie de dibujos a lápiz negro, azul y rojo (de 103 x 73 cm) bajo el título general de “Caminos de hormigas” (Wege der ameisen). Los trazos intensos corresponden a los caminos más transitados, los círculos blancos a las entradas del hormiguero.

Wege der ameisen im sternbild großer wagen. Katharina Meldner (colección privada)

Wege der ameisen 2. Katharina Meldner (colección privada)

Fuente:

viernes, 5 de marzo de 2010

De hormigas, hombres y esclavos

On ants, men and slaves

En 1810 el naturalista suizo Pierre Huber publicó un libro fundamental en la historia de la mirmecología, la Historia de las hormigas. Entre otros descubrimientos, narró las razias o incursiones que realizan las obreras de Polyergus rufescens sobre los nidos de Formica fusca, de donde sacan innumerables pupas que trasladan al hormiguero. Estas pupas se convertirán en adultos que convivirán con la especie raptora, constituyéndose así una colonia mixta con reparto de funciones.
A este comportamiento se le ha denominado, desde entonces, esclavismo. El impacto de este descubrimiento ha impulsado multitud de investigaciones y publicaciones, y su influencia se ha dejado sentir más allá del campo reducido de la mirmecología.

De arriba abajo: Obreras de Polyergus rufescens atacando un nido de Formica fusca, sacando
pupas y retornando al nido mixto (con varias obreras de F. fusca a la entrada). (Almazán, Soria)

El empleo del término “esclavismo” para referirse a esta conducta de las hormigas ha conllevado, en muchos casos, su asociación con la esclavitud humana, al extremo de utilizarse para justificar esta última. Véanse, como ejemplo, los siguientes párrafos de dos tratados acerca de la esclavitud que se publicaron pocos años antes de la Proclamación de Emancipación del presidente estadounidense Abraham Lincoln (1863).
  • Cobb, Thomas R. R. 1858. An Inquiry into the Law of Negro Slavery in the United States of America. Philadelphia: T. & J. W. Johnson & Co.
La expresión “ley de la naturaleza” se usa a veces –aunque no filosóficamente– para expresar aquellas deducciones que pueden extraerse de un cuidadoso examen de los sucesos del mundo natural. De ahí que se diga que el esclavismo es contrario a la ley de la naturaleza porque no hallamos sucesos equivalentes o análogos en el mundo natural. […] Pero la esclavitud no sólo existe en la raza humana, pues la servidumbre –en todos los respectos equivalente a la esclavitud de los negros– se da incluso entre los animales inferiores y los insectos. […] Estos hechos [el esclavismo en las hormigas] originalmente descubiertos y publicados por Huber, han sido posteriormente verificados por muchos observadores, y M. Latreille ha demostrado que las hormigas rufescens, debido a la forma de sus mandíbulas y de las partes accesorias de su boca, carecen de capacidad física para construir las habitaciones de su familia, proveerla de comida o alimentarla. Por tanto, de acuerdo con esta definición de ley de la naturaleza, la esclavitud de los negros parecería perfectamente consistente con dicha ley.
  •  Seabury, Samuel. 1861. American Slavery Distinguished from the Slavery of the English Theorists and justified by the Law of Nature. Masson Brothers: New York.
Así, por la Ley de la Naturaleza –en el sentido amplio de esta frase– el hombre es tan libre como las bestias del campo. A este respecto, decir que la esclavitud va contra la Naturaleza, o contra la Ley de la Naturaleza, es tanto como decir que no puede hallarse en el mundo de los brutos ningún precedente o analogía en favor de la esclavitud. A ello respondo que sí pueden hallarse tales precedentes en favor de la esclavitud, pues los antiguos ignoraban completamente los asombrosos hechos que, en relación con ciertas especies de hormigas, han sacado a la luz los modernos naturalistas. Estos hechos, de haber sido conocidos, les habrían impedido afirmar que la esclavitud es contraria a la Naturaleza, aun en el sentido dado al término por Ulpiano. Pero ellos ignoraban estos curiosos hechos, y tomaban la esclavitud como contraria a la Naturaleza, en la suposición de que no existía precedente o analogía en el mundo de los brutos.

Esclavos africanos (siglo XIX)

La peligrosidad de este tipo de comparaciones entre lo animal y lo humano, cuando se intenta justificar prácticas nefandas, es evidente. Pero incluso sin esta finalidad lamentable, la comparación misma entre el esclavismo de las hormigas –también denominado dulosis desde hace un siglo– y el de los hombres, supone un error interpretativo y metodológico que sigue manteniéndose hoy en día.
Diversos tratados de mirmecología –Ants de W. M. Wheeler (1910), The social world of the ants compared with that of man de A. Forel (1928), The Ants de B. Hölldobler y E. O. Wilson (1990), Les fourmis de Luc Passera y Serge Aron (2005)– comparan ambos tipos de esclavismo exponiendo sus diferencias, por ejemplo el hecho de que la dulosis se da entre especies distintas de hormigas, contrariamente al hombre que sólo esclaviza a miembros de su especie.
Así dice el mirmecólogo Mark W. Moffett en su próximo libro Adventures Among Ants: A Global Safari with a Cast of Trillions (University of California Press, 2010, en prensa):
El esclavismo en las hormigas tiene notables diferencias con el esclavismo humano. Las hormigas, careciendo de comercio entre sus sociedades, no compran ni venden ni intercambian esclavos entre una colonia y otra. Especies de hormigas como las Amazonas son más dependientes de sus esclavas de lo que lo han sido los hombres, exceptuando unas pocas “sociedades esclavistas” como el Imperio Romano en la era de Augusto. Las hormigas esclavas no pueden reproducirse […]. Las hormigas esclavas parecen también bastante más aquiescentes con su subyugación […].

El error de comparar la dulosis con la esclavitud humana es doble, por cuanto se malinterpreta tanto la realidad humana como la de las hormigas. Intentaré explicarlo con el siguiente esquema:


Si queremos comparar al hombre con la hormiga, sólo puede hacerse en el nivel animal (círculos rojos). El hombre posee, además del nivel animal, un nivel o ámbito humano (círculo azul). Este nivel, genuinamente humano, es rigurosamente objetivo, con rasgos como el pensamiento, el arte, la libertad, la dignidad o el Derecho como sistema de organización. La esclavitud humana sólo puede entenderse como una forma de supresión de la libertad y la dignidad de los hombres. Ninguno de estos rasgos afecta a las hormigas, y es por ello que la comparación carece de sentido.
Buscar analogías o diferencias entre el esclavismo de los hombres y el de las hormigas es desconocer u obviar la naturaleza humana. Este desconocimiento revierte a su vez, inexorable y negativamente, sobre la cabal comprensión de lo que verdaderamente sean las hormigas.
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Protágoras (c. 480 a. C.-410 a. C.)

Se atribuye a Protágoras la máxima “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son”. Frente al relativismo de dicha sentencia la ciencia trata, justamente, de separar al observador de lo observado, aplicando métodos que garanticen la objetividad. Tengo la impresión de que la mirmecología contemporánea conserva todavía atavismos protagóricos cuando intenta abordar en las hormigas temas como la inteligencia, el aprendizaje, el uso de instrumentos o los sistemas de comunicación… Si en la consideración del esclavismo se pretende con frecuencia comparar lo incomparable, en estos temas se tiende, a veces, a ver más de lo que hay. El hombre como referencia sigue estando, sorprendentemente, demasiado presente.
Para terminar, permítame el lector reproducir el párrafo final con el que Pierre Huber –descubridor del esclavismo– concluye su magistral obra Historia de las hormigas (1810):
Ha querido [el Autor de la Naturaleza] que ciertas hormigas asociasen a sus trabajos otras obreras de una especie laboriosa que cuidase de sus crías y atendiese a la subsistencia; en tanto que dedicadas ellas a los combates y pasando desde la guerra a la holganza, gozan de la industria y aun del afecto de aquellas. Esta institución profundamente combinada, llena todas las condiciones apetecibles. Los esclavos de las amazonas, cogidos en su infancia, no advierten del cambio de patria que han sufrido, se entregan a sus habituales ocupaciones, y no conocen ni trabajos forzados ni violencia, y aun, como hemos visto, ejercen cierta autoridad en la población.
Este gran rasgo, en que brilla una bondad infinita, recordándonos los abusos a que está expuesta una institución semejante en muchas naciones civilizadas, nos hace admirar la dulzura de las leyes con que la Providencia rige estas poblaciones cuya dirección se ha reservado, y nos enseña que entregando al hombre a sí mismo le ha dado una grande y temible responsabilidad. Si el estudio de la historia natural no hubiera servido más que para probar esta verdad, habría conseguido el fin más noble de que pueden enorgullecerse las ciencias, que es el de tratar de mejorar la especie humana por los ejemplos que nos propone.