martes, 26 de abril de 2011

La penitencia de fray Alonso Sánchez (1555-1600)

The penance of brother Alonso Sánchez (1555-1600)

La juventud del sevillano Bernardino Álvarez (1514-1584) fue tumultuosa. Partió a América con 20 años, se hizo soldado, se dio al juego y a la vida concupiscente, y amasó una fortuna de 30000 onzas de plata. En cierto momento, y bajo la influencia de varias cartas admonitorias de su madre, cambió el rumbo de su vida. Decidió dedicarse a los pobres y a los enfermos, fundó la Orden de la Caridad y levantó algunos de los primeros hospitales mexicanos.

Fray Bernardino Álvarez (1514-1584)

A mediados del siglo XVII el catedrático y teólogo mexicano Juan Díaz de Arce glosó en varios libros la vida del venerable Bernardino Álvarez. El Libro IV lo dedicó a sus discípulos. Entre ellos aparece Alonso Sánchez, un esforzado fraile que, afligido de pasiones de carne, adoptó un modo de penitencia muy particular: hacerse morder diariamente, a cuerpo desnudo, por innumerables obreras de alguna especie de hormigas cortadoras de hojas, probablemente del género Atta. Dejo al lector un extracto de tan singular relato, con la ortografía adaptada para su mejor comprensión.
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De la vida del Hermano Alonso Sánchez
(Extracto del Libro Cuarto del Próximo Evangélico de Juan Díaz de Arce, 1652)

[…] Por muchos y diferentes fines escogió para sí el Hermano Alonso Sánchez ir a las hormigas, que juzgándose perezoso en el servicio de Dios, y que su cuerpo quería regalos y no quería ir volando tras del espíritu, no sólo se contentaba con estar trabajando siempre, más quería andar diligente en juntar muchos méritos en la tarea trabajosa de esta vida para tener abundancia de frutos de merecimiento en la eterna. Por tanto, iba a buscar los hormigueros que le enseñasen, como veremos.
El Hermano Alonso Sánchez fue natural de la Villa de Puertollano, a las faldas de Sierra Morena, a la parte de La Mancha, cerca de Santa Cruz y del Viso. Recibió el hábito de la Hospitalidad de San Hipólito después de la muerte del Venerable Bernardino Álvarez, su Fundador, y aunque no le pudo imitar como a ejemplo presente, se ajustó a las reglas y a los documentos recientes de su Patriarca con que los Hermanos de aquella era corrían por el camino de la Hospitalidad. Y así, este gran siervo de Dios, aunque vivió poco, anduvo mucho en el camino de las virtudes y de la perfección religiosa. Aunque la falta de la historia nos prive de muchas alabanzas suyas, con todo los Hermanos antiguos de la Religión de la Caridad que le vieron vivir y se edificaron y ejemplificaron con la perfección de su santa vida y grandes virtudes, referían con piadoso sentimiento a los Hermanos de nuestro tiempo algo de lo que aquí se apuntará brevemente, porque de esta partecita se conozca el todo en que fue exaltado el que siempre trabajó por merecer, y se humilló más cuando pudiera hallarse en su exaltación, que él fundaba en la mayor humildad.
[…] Lo primero, cumplió perfectamente con la vocación de la Hospitalidad que eligió, era incansable en el servicio de los pobres y enfermos, de suerte que este trabajo, que para muchos es molesto, y aún para algunos insoportable, era para él no sólo su continuo alivio, sino regalo suavísimo.
[…] Fue muy dado a la oración, en la cual hallaba alivio el que siempre estaba en trabajos exteriores e interiores, y también valentía para correr esforzado sin parar por el camino de las virtudes.
Aunque en todo fue raro este varón, en la Penitencia fue singular; entre otros tormentos con que martirizaba su cuerpo, halló su especulación uno terribilísimo. Siendo morador en el hospital de Xalapa, aunque tenía con el continuo ejercicio de servir a los enfermos, y a cualquiera que estaba necesitado, con que mortificarse bastantemente; aunque el demonio le veía que no estaba ocioso, y que por tanto le podría dejar como muy ocupado y trabajado, y aún también como mortificado con penitencias y extenuado con ayunos, con todo no le dejaba en la mortificación, que es costumbre del Ángel de Satanás usar del estímulo de la carne para abofetear y maltratar a los amigos de Dios cuando más de veras se entregan al estudio de las virtudes. El remedio que se aplicó el siervo de Dios Alonso Sánchez, cuando se vio afligido de pasiones de carne, fue tratar aquella vez a su cuerpo con el rigor que juzgó que merecía en aquella ocasión. Parecióle que en lugar de zarzas espinosas, en que desnudos se arrojaron varios santos como San Benito y San Francisco, para que las espinas los divirtieran, castigaran y amortiguaran, él fue al campo a unos hormigueros, que los hay en Xalapa muy extendidos y poblados de hormigas grandes que llaman arrieras, porque no son perezosas en acarrear a sus silos los montones de semillas por más que las guarde el labrador. Habló el Hermano Alonso a su cuerpo como perezoso, y despojándose de la ropa se lo entregó a las hormigas. El penitente cuerpo, aunque no extrañaba martirios, juzgó este por rigurosísimo, y más cuando el imperio del alma le notaba de holgazán, que quería deleites, y revolcándose sobre las hormigas hacía que el cuerpo perezoso fuese a las hormigas, o por mejor decir, provocaba a que las hormigas viniesen enojadas contra el triste cuerpo, que de tal manera castigaron en breve rato, que echó de ver que hacían las hormigas su oficio algo más al vivo que le hicieran las espinas de las zarzas. Hallóse en breve el espíritu muy reformado con el medicamento que le había aplicado al mísero cuerpo. De aquí sacó el penitente Hermano Alonso Sánchez que sería bueno escogerle a su cuerpo aquel medicamento por alimento y cebo de su penitencia en adelante, pareciéndole que sacaban mejor el bocado las hormigas que los rayos, y que alcanzaban a picar por todas partes mejor que los cilicios de cerdas y que las disciplinas; y así todos los días, y aún muchas veces al día, salía al campo a usar con más artificio de este martirio. Desnudábase el poco y pobre vestido interior, y quedado con sólo el hábito, se paraba en un hormiguero, íbase inclinando de suerte que hubiese ya cogido, con la cimbria del hábito extendida, las más hormigas que pudiese: unas cogían vereda por el desnudo cuerpo arriba, otras subían por el hábito. Cuando le parecía que había muchas cogido la posesión de todo su cuerpo, porque las que se habían derrotado por el hábito no quedasen descarriadas y sin bocado de su piel, se sentaba encima, no de suerte que pudiera estrujarlas, que sólo se contentaba con irritarlas contra su carne. Aquí era cuando, embravecidas de comunidad y de por junto, menudeaban los bocados en el bien sufrido cuerpo. De esta suerte se ejercitaba con las hormigas y las hormigas con él, una y dos horas. Después de muy bien mordido y hostigado, se volvía a vestir y partía a servir al hospital y a ejercitarse en los oficios de su obligación.
Ser este varón de sufrimiento increíble en este género de martirio, con las circunstancias que se han advertido y repetido con tanta frecuencia a diversas veces en un día, da a entender que la gracia hacía aquel cuerpo de bronce insensible, o que le correspondían tan soberanos recreos espirituales que le sanaban de aquella dolencia, o que ya las hormigas le empezaban a tratar como amigo de Dios […].


2 comentarios:

  1. Hola, buenos días. Me gustaría saber cuál es la fuente de dónde tomó la imagen de Fray Bernardino Álvarez. Me interesa utilizarla. Saludos y muchas gracias.

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  2. Hola Martha:

    No recuerdo la fuente de dicha imagen, pero he encontrado esta otra donde también hay un grabado de Fray Bernardino Sánchez: http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080026339/1080026339.html

    Haz clic en el Cap I-IV.

    Saludos

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