El padre Saturnino

Father Saturnino

El padre Saturnino marcha para Burkina Faso en unos días. Va a construir un centro de acogida para mujeres jóvenes. Lleva más de 30 años en África. Hoy he hablado con él mientras visitaba la pequeña y preciosa exposición sobre arte africano que ha preparado en una parroquia de mi barrio.

Saturnino me ha contado muchas cosas con voz pausada y sabia. Por ejemplo, que cazaba elefantes para abastecer de carne a los 200 niños que albergaba en un internado. Allá donde fuere derribado el paquidermo, lo descuartizaban en tiras que eran secadas, ahumadas y saladas hasta llenar 60 sacos. Antes de comerla –la carne así tratada se conservaba mucho tiempo– la cocían.

Le he preguntado por las hormigas africanas. Inmediatamente ha hecho una curiosa asociación de índole culinaria con otro orden de insectos sociales: "las termitas aladas son deliciosas". Él las caza de esta manera: cuando se acercan las lluvias, al atardecer o por la noche, coloca un foco de luz junto a un barreño con agua. Las termitas aladas, en vuelo nupcial, acuden alrededor de la luz y van cayendo al barreño, donde pronto pierden las alas. No les separa el abdomen del resto del cuerpo. Todas enteras pasan a formar parte de una exquisita tortilla o son torradas en sartén. Me ha recordado las viejas descripciones de los viajeros de Indias, desde el siglo XVI, sobre la mirmecofagia en diversos pueblos sudamericanos. Las hormigas reinas se han comido, y se comen, crudas, asadas, fritas, ahumadas, mezcladas en tortas de casabe, en ensaladas…, y se han cazado, e incluso criado, de diferentes maneras, una de ellas muy similar a la descrita por el padre Saturnino para coger las termitas.

He comprado varios objetos de la etnia Mosi: una lanza, un suuga o cuchillo y una calimba –instrumento musical fabricado con una calabaza. Me he despedido cordialmente de Saturnino, misionero de los Padres Blancos, y él me ha dedicado estas últimas palabras: “Si volviera a nacer, repetiría sin dudarlo esta vida que me llevó a África”.