jueves, 3 de diciembre de 2009

Las hormigas en Pedro Mexía (c. 1500-1551)

The ants in Pedro Mexía (c. 1500-1551)

Pedro Mexía fue un humanista y polígrafo sevillano del siglo XVI que llegó a ser cronista oficial del emperador Carlos V. Entre sus obras destaca la Silva de varia lección (1540, 1551), una miscelánea de ensayos filosóficos, históricos y naturalistas que alcanzó gran difusión e influencia en Europa, con numerosas reimpresiones, ediciones y traducciones.

Silva de varia lección de Pedro Mexía (Sevilla, 1540)

Entre las mil densas páginas de su Silva, Mexía dedica un capítulo completo a las hormigas. Recoge los temas clásicos de Aristóteles, Plinio, Eliano o Herodoto: los enterramientos de hormigas, el aprovisionamiento de semillas y su manipulado para evitar que se pudran con la humedad, las hormigas auríferas del Oriente, sus virtudes ejemplarizantes, etc. Sorprende la veracidad que todavía se concede a estos clásicos, cuya sola autoridad basta para ratificar los hechos narrados. Texto, por tanto, de recopilación, sin aportes de observación personal. Con errores como mantener que, contrariamente a las abejas, las hormigas carecen de rey o reina (aunque poseen machos y hembras, y se aparean), y con aciertos magníficos como la afirmación de la existencia de una división del trabajo entre distintos individuos de la misma colonia, notoriamente a la hora de recolectar granos en el campo.
Obra, en fin, renacentista, bien escrita, con ánimo de informar y entretener, en la cual se tratan muchas cosas muy agradables y curiosas.


CAPÍTULO V

DE LOS INSTINTOS Y PROPRIEDADES MARAVILLOSAS DE LA HORMIGA Y DE LAS REGLAS Y BUENOS EJEMPLOS QUE DELLA SE PUEDEN TOMAR, SEGÚN ESCRIBEN GRANDES AUTORES
Cosa me fuera a mí fácil tractar de las propriedades y naturaleza de los animales y hacer volumen dello, por lo mucho que dellos se entiende y dejaron escriptos Aristóteles y Plinio y Eliano y otros muchos auctores. Pero por eso sólo lo dejo yo de hacer, porque no querría escrebir cosas muy comunes, sino que sean curiosas y que no fácilmente se alcanzasen por todos. Pero, aunque la hormiga es animal muy conocido, y por lo mismo lo pudiéramos desechar, es tan chiquito y tan olvidado que todavía parecerá que hacemos algo si dijéremos algunas cosas della. Gocen, pues, las hormigas deste privilegio entre los otros animales, que las dejemos entrar en nuestra Silva, pues no hay jardín tan guardado que, a pesar o placer de su dueño, no entren ellas en él.
Ciertamente de la hormiga, para ser cosa tan pequeñita, cosas grandes y excelentes se pueden decir. Y así trataron della grandes y muy señalados hombres; aunque Plinio, que fue uno dellos, dice que es animal inútil y que no trae provecho sino a sí sola; porque la abeja, aunque pequeña, nos adoba y endulza los manjares con la miel, y la hormiga nos los come y roe y daña, y que de la misma manera nos gasta y come el trigo y otras cosas.
Pero el mismo que dice esto, cuenta grandes loores y maravillas della; y esta reprehensión suya nace de la demasiada cobdicia humana porque somos los hombres tan codiciosos y amigos de nuestro provecho, que hasta del más chiquito y estéril animal del mundo, que es la hormiga, querríamos sacar interés y fruto, y somos también tan avarientos, que aun del bocado que come la pobrecita de nuestros fructos nos pesa y duele.
Pero, si bien lo queremos considerar, mayores fructos y aprovechamientos se pueden sacar de la hormiga que lo que vale la miel de las abejas, pues se pueden tomar della doctrinas y ejemplos morales de industria y prudencia y amistad y de otras virtudes, como luego consideraremos y como lo muestra bien el sapientísimo Salomón en sus Proverbios, donde invía al que fuere perezoso a que irrite y considere el trabajo y diligencia de la hormiga, y a que aprenda dellas la sabiduría, pues, sin tener capitán ni maestro que les enseñe, ni príncipe que las mande, saben trabajar y proveerse de mantenimiento en el verano para el invierno.
Porque veáis a cuánto se estiende el valor deste animalico, pues el grande y sanctísimo doctor de la iglesia Ambrosio también se presció mucho de escrebir y alabar a la hormiga diciendo: Grandes y muy mayores cosas que son y montan sus fuerzas osa y acomete la hormiga; no la compele nadie a servir y trabajar, y ella,adevinando y proveyendo a la futura necesidad, hace depósito y provisión para adelante. Y ansí va contando sus propriedades maravillosas. Las cuales considerando Cicerón dice que la república de la hormiga se puede anteponer y preferir a cualquiera hermosa cibdad; porque en la cibdad no hay sentido ninguno, y en la hormiga no solamente sentido, como otros animales, pero entendimiento y razón y memoria podemos decir que tiene.
Pues Plinio y Aristóteles y Eliano no se ocuparon poco en tratar della y en contar sus notables propriedades. Y todos tuvieron razón, porque, primeramente, si miramos el talle y hechura de la hormiga (aunque esto es lo menos) ansí la fiereza de su rostro, sus pies y manos, la dureza y fortaleza y color dél ¿qué grifo, ni león hay en el mundo tan fiero como ella, si, como es chiquita, fuese grande? Pues si sus fuerzas y osadía, también nos espantara, porque no hay hombre ni otro animal que baste a llevar por carga su peso, y la hormiga lleva más diez veces que pesa ella, y acomete a muchos más. Verdaderamente parece que si la hormiga fuera tan grande como un caballo, que bastara llevar tres o cuatro carretas cargadas, y que fuera tan acometedora y animosa que no nos pudiéramos defender della, si nos quisiera ofender, porque sus armas y dientes son tan fuertes, con ser como es, que bastan a partir y roer un grano de trigo durísimo, que es menester grande piedra para molerlo, y ase y prende tan recio, que no hay tenazas de hierro que más aprieten, y antes despedazan que suelta; lo cual todo se multiplicara con el cuerpo si fuera mayor, pero esto parece que toca a fuerzas, y no es tanto de tener.
Vengamos a sus condiciones e instintos, y no sé si las llame avisos y discreciones y virtudes, porque, en la verdad, no creo formó naturaleza animal que más al natural tenga imágines y muestras de virtud, porque en ellas las hay de amistad, de industria, de justicia, de prudencia y de otras, como se verá. Cuanto a lo primero desto, ellas tienen forma y razón de república, como dice Plinio, y ésta libre y que no reconoce rey ni señor, como lo dice Aristóteles y Salomón donde dije arriba. Y esta república tan bien ordenada y gobernada, que guardando toda paz y concordia y justicia entre sí (porque no hay entre ellas, como entre los hombres y otros animales, guerras civiles) ni pelean, ni se matan unas a otras. Todas trabajan y andan negociadas (como cada uno podrá ver) por el bien público; ninguna aparta ni guarda para sí sola. Los otros animales y aves veréis rifar y pelear sobre la comida. Las hormigas ayúdanse las unas a las otras a traer y proveer para todas porque, si una viene cansada y muy cargada, la que más cerca se halla la ayuda; esto con tanto tiento que la una no estorba a la otra y, si la carga es más pesada, júntanse las que son menester y sábense poner y compasar de manera que, tirando por parejo y a un tiempo, caminan con su carga tan bien como si fuesen hombres diestros en ello.
Los otros animales hacen sus cubriles y morada y nidos apartados y particulares, y mátanse y pelean por defendellos de otros, aunque sean de su género; pero las hormigas hacen su cueva y edifican su casa todas a porfía, pero ninguna tiene aposento ni parte conocida; todo es público, en todo se guardan amistad y benivolencia y pueden ser ejemplo della.
Pues esta cueva que hacen, es cosa de maravilla la industria con que la edifican, la priesa y diligencia que traen en la obra della; y siempre la hacen, si pueden, en lugar donde no haya acogida de aguas, sino donde haya corriente. Y la tierra que sacan ponen por reparo y defensa de la entrada della, con que para el invierno cierran y cubren, de manera que no les puede entrar agua; lo interior de la cueva, con tales vueltas y rodeos que se pierda y no se entienda el lugar de su morada, a la cual, por este mismo fin, dándola una entrada y más angosta que lo de dentro. Hacen ansimismo en ella, según cuenta Eliano, otros tres aposentos o apartamientos: el uno donde están y habitan los machos; el otro para parir y posar las hembras. Porque en estos animalicos hay macho y hembra, y tienen su ayuntamiento y paren en cierta manera y forma, y después crecen y se crían. El otro tercero es granero y depósito, y ansí lo llama Aristóteles, de la provisión y mantenimiento que han recogido para su invierno, el cual comen y gastan tasada y ordenadamente. Como por la mayor parte es trigo y otros granos, porque con la humidad del invierno no se engrumezca y nazca (cosa es que parece milagro) pero verdaderamente pasa ansí, y Plinio y Eliano y todos lo escriben, que parten y roen lo interior de la simiente y que, si con las lluvias del invierno acontece mojarse y humedecerse, tiene aviso y discreción para lo sacar al sol, a lo desecar y enjugar, porque no se corrompa.
Pues su cuidado y trabajo en saber todo esto es cosa maravillosa, porque nunca paran ni descansan todo el día y aun las noches que sale luna trabajan también. Los instintos y avisos que se proveen de mantenimientos y los acarrean y tienen, no parece sino que sale de una gran prudencia y entendimiento porque, como estos auctores escriben, y lo más dello lo vemos por los ojos, salen de su cueva y morada las más hábiles y dispuestas para ello, a inquirir y buscar provisión y, en hallándola, vuelven con la nueva a casa, y por lo que traen o por el olor que tienen maravilloso, o por la forma que Dios les dio, dan aviso a las otras, de manera que se entienden, y en muy breve tiempo la saben todas, y se guían y muestran el camino, que todas van siempre por uno, que es otro primor de considerar, en compañía y conformidad. Y, en comenzando a acarrear su vitualla, hácenlo con grande priesa y diligencia, sin toparse ni estorbarse las unas a las otras, antes con comedimiento y cortesía, a lo menos dándonos ejemplo dello, se apartan y dan lugar por do pasen, y reparándose a veces y deteniéndose las unas con las otras en manera de conversación o plática, como dice Plinio.
Pues la orden y forma que tienen en esto también es notable, porque si llegan a una era de trigo o cebada, unas sacan los granos de la paja y los aportan y otras los toman y los llevan a su cueva, a cuya puerta a veces están otras que lo reciben y lo encierran; de manera que tienen repartidos los oficios y cargos. Pues si es garbanzo o alguna cosa más pesada que trigo lo que llevan, veréis como lo toman tres o cuatro o las que son menester y caminan con grande orden y tiento. Pues si hay algún mal paso en el camino, es cosa admirable de ver la manera que tienen en pasarlo, sosteniendo unas por lo alto y recibiendo otras en lo bajo hasta pasarlo, y las ayudan a ello las que las topan acaso. Pues llegada a casa la cosa que llevan, si es mayor que la entrada y puerta, también tienen discreción para dividir, y ansí lo hacen y en partes y trozos lo encierran. A lo cual se juntan las que son menester y las otras hacen en su camino. Y en conclusión todas trabajan y se conciertan en lo que conviene al bien público de todas.
Hecha, pues, bastante provisión en el tiempo conveniente, enciérranse y fortifican su casa, reconociendo las tempestades o lluvias que han de venir en el invierno. Durante el cual comen y gastan de lo que ansí trabajaron y tuvieron cuidado de proveerse, cosa que sino los hombres, y esos no todos; y también no sé yo animal alguno que tal instinto ni habilidad tenga. Y aun es de maravillar que encierran doblada provisión, y que ansimismo lo hacen para su vejez; por lo cual dijo Virgilio: Y la hormiga que provee a la pobre vejez. Y de creer es esto, que, por instinto natural lo puede alcanzar, pues cada año entiende la venida del invierno y hacen lo mismo.
Pero más que todo lo dicho (porque va fuera del provecho propio ni de inclinación de conservarse) es lo que dice, en que parece que reconocen a Dios y usa de religión; porque, escriben della, que guardan y tienen ciertos días de fiesta. Plinio y Eliano lo afirman, y Eliano dice que el noveno de cada luna. Yo no sé si lo crea; como lo leí lo escribo. Pero hácelo no imposible lo que también escriben los mismos y lo vemos cada día: que parece que usan de misericordia y humanidad, pues entierran las hormigas las que mueren dellas, llevando los defunctos y cubriéndolos de tierra. Y aun Cleante, filósofo, cuenta un cuento gracioso y, si pasó de verdad, bien notable en el propósito, según lo refiere Eliano. Y fue que, estando él un día en el campo asentado junto a una cueva de hormigas, mirando y contemplando algunas cosas de las que tenemos dichas, vio como ciertas hormigas, distintas en el tamaño y manera de las que allí moraban, traían una hormiga muerta, que a lo que según parece debía ser de las de aquella morada; y llegando con ella a la puerta de la cueva, pararon allí; y vio como salieron muchas de la cueva y se juntaron con las otras estrañas, en manera de trato y plática, yendo unas y viniendo otras. Y al cabo vio como de la cueva sacaron una lombrecilla o gusano, el cual, como en trueque o paga, las estrañas tomaron y se fueron con él y dejaron el cuerpo defunto que habían traído para que sus parientes y amigos lo enterrasen; los cuales con presteza y diligencia lo hicieron ansí. Ya digo, si esto pasó ansí, es cosa estraña y maravillosa.
Ansí que, como al principio dije, de tan chiquita cosa como es la hormiga, que apenas se puede ver, pueden tomar los hombres ejemplo y reglas de buena amistad, y de paz y de concordia, y de industria y trabajo, y aun de prudencia y caridad, como se ha visto que son todos provechos de ánima; de manera que no es tan inútil, como Plinio la quiso hacer, aunque no nos dé miel ni otro mantenimiento. Cuanto más que para el cuerpo y salud dél, son algunas veces provechosas las hormigas, porque él mismo dice que con los huevos dellas y con leche de perra se cura el dolor del oído, y que de las hormigas molidas con sal se hace cierta blandura que cura las manchas y empeines de la cara, y hasta los ojos dice que se curan cuando enferman, comiendo hormigas. Verdad es que este animalico, como no tiene otra hacienda, mantiénese y come de los frutos de la tierra y de las yerbas y árboles della y de los otros mantenimientos que hallan, sin tener respecto a más que al bien público y conservación de su género; y desto que las yerbas y plantas algunas veces se causa daño y menoscabo. Contra el cual los hombres, como amigos de su provecho, han buscado defensa y remedio, procurando cosas con que matar las hormigas. Y para ello, dice el mismo Plinio que es bastante echarlas en las cuevas polvo de orégano y de piedra azufre y también poner cal; pero Aristóteles, el orégano y el azufre dice que bastará para morir o desamparar la morada. También dice Plinio que, cubriéndoles la cueva con lama de la mar y ceniza, nunca saldrán della. Y lo que más dicen que las mata, es la yerba llamada tornasol. Esto y otros remedios pone también Avicena, que hace contra ellas capítulo particular, como contra las cuartanas o pestilencia.
Todo lo que está dicho, se entiende de las hormigas, que todos conocemos, que se crían en estas provincias que habitamos. Pero en cierta parte de las Indias Orientales, a lo setentrional dellas (donde habitaban unas gentes llamadas Dardas) escriben muchos auctores que hay unas hormigas que son tan grandes como lobos y tan fieras y bravas que son temidas como leones. Y dicen que éstas, haciendo sus cuevas como las de acá, sacan mucho oro, como lo hay en aquellas partes, a vuelta de la tierra, y que los naturales della, al tiempo que ellas están encobadas (que no osan de otra manera) vienen a las puertas de sus cuevas y toman y se aprovechan de aquel oro que hallan sacado y cavado; y muchas o las más veces, sintiéndolo por el olor, salen las hormigas contra ellos y matan a los que alcanzan. Por lo cual ellos vienen siempre proveídos de ligeros camellos en que huyen, y aún dicen algunos que les van echando pedazos de animales muertos y piezas de carne, para que ellas se entretengan con cobdcia de la comida, y ellos puedan escaparse; y ansí, con este peligro, gozan de aquel oro. Aunque esto parece cosa grande, y no todos querrán darle crédito, grandes y muchos son los auctores que lo dicen, y de las hormigas, según lo que habemos visto, esto y más se puede creer; y afirmalo Plinio y Solino, y Herodoto y Estrabón y Filostrato, y otros.
Que a estotras nuestras hormigas les nazcan alas algunas veces, es cosa tan notoria que no fuera menester decirlo, pues ya se tiene por refrán que a la hormiga por su mal le nacen alas, porque con ellas el viento las lleva y desbarata.

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