La documentación conservada de Darwin es fabulosa. Lo guardaba todo. Miles de cartas, notas, diarios, manuscritos, apuntes, dibujos, fotografías… La bibliografía darwiniana es inmensa. Sin embargo, no existe todavía un estudio de su relación con las hormigas.
Y las hormigas le interesaron sobremanera, desde su arribada a Brasil en el viaje de exploración a bordo del Beagle, hasta sus observaciones y experimentos en los alrededores de su casa de Down, en Inglaterra. Allí mismo tenía de vecino a su amigo J. Lubbock, autor de una de las primeras obras de psicología experimental de los himenópteros (Ants, bees and wasps, 1882). Con él realizó, por ejemplo, unos curiosos dibujos comparativos de mandíbulas de hormigas. Allí leyó, impresionado, el libro de P. Huber Historia de las hormigas (1810), que le llevaría a meditar largamente sobre el origen evolutivo del comportamiento esclavista en las hormigas, meditación plasmada en el capítulo dedicado al instinto del Origen de las especies. Las hormigas, además, le plantearon un serio problema a la hora de comprender, desde el punto de vista de la selección natural, la aparición y el polimorfismo de la casta obrera no reproductiva.
Darwin en 1881; secuencia de asalto de la hormiga esclavista Polyergus rufescens (villa de Almazán, Soria, julio de 2008): columna en marcha, robo de pupas de Formica fusca y regreso al nido.
Trató y se escribió con zoólogos y naturalistas de la época relacionados con las hormigas. Así, por ejemplo (de izquierda a derecha en la siguiente imagen), con Forel, Lubbock, McCook, Belt, Romanes, Müller y Lincecum.
Seguro que la reunión de los textos mirmecológicos de Darwin, de sus cartas, apuntes y dibujos sobre el tema, junto con los recuerdos biográficos que nos han llegado relativos a su interés por las hormigas, formaría un cuadro sugerente y novedoso.
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