miércoles, 2 de diciembre de 2009

Las hormigas en Juan de Pineda (c. 1513-c. 1593)

The ants in Juan de Pineda (c. 1513-c. 1593)

Fray Juan de Pineda fue un religioso e historiador español de enorme erudición, reconocido por la Real Academia Española como “Autoridad de la Lengua”. El análisis de sus obras revela una variedad de vocabulario fabulosa; las fuentes que empleó, de primera mano, superan los mil autores… En 1589 publicó unos enciclopédicos Diálogos familiares de la agricultura cristiana, que en la edición que he manejado ocupan cinco gruesos tomos de letra apretada.


En dos capítulos habla de las hormigas, recogiendo los comentarios de infinidad de autores clásicos. Nada nuevo ni de observación personal aporta Juan de Pineda. Pero el lector, si tiene paciencia, oirá cosas curiosísimas, muchas olvidadas, que formaron parte de una tradición milenaria. Junto a las hormigas providentes, republicanas y ejemplo para el hombre, aparecen las hormigas indias recolectoras de oro, los milagrosos cuernos de hormiga que colgaban del Templo de Hércules, las enigmáticas hormigas blancas de Lacedemonia, las hormigas sacrificiales del Istmo de Corinto… Estas últimas servirán a Pineda para recordarnos la hermosa e insólita metáfora que Pierio Valeriano narró en su Hieroglyphica: “La hormiga, en cuanto lo escudriña todo y es solícita en buscar su provisión, es jeroglífico del sol que todo lo anda y mira y ve”.


XXI. Naturaleza justa (proveedora). Manos (instrumento de instrumentos). Hormigas.

[…] ¡Oh, y cuán divinamente dijo aquel divino Hipócrates que las naturalezas de los animales de ningún maestro deprendieron, sino fué Dios que las crió con tales inclinaciones! Lo cual confirmó la verdad de Aristóteles, dicha a otro propósito, que las cosas naturales no se hacen más tales, por usarse mucho, como ni la piedra cobrará costumbre para ir hacia arriba por más que la echéis en alto, ni por muchas veces que caya de alto a bajo cobrará mayor inclinación de bajar que antes.
Yo concluyo que lo que las bestias hacen en que parecen mostrar ser ingeniosas y entendidas, no lo hacen por tener alguna parte de entendimiento racional, como lo determina la divina Escritura contra Plutarco; y solo el hombre es poderoso de discernir entre lo verdadero y falso, y se lo encarece con razón Aristóteles; porque la solercia de las abejas y de las hormigas y de las arañas, es una natural habilidad a que sus naturalezas las inclina, sin tener ellas eleción libre.
PÁNFILO. Entre cuatro cosas mínimas y alabadas de muy sabias por Dios en la Escritura entran las hormigas; y sabiduría sin entendimiento no se lleva bien.
FILÓTIMO. Sabiduría se llama allí aquella providencia natural con que es llevado aquel animalito a guardar en agosto para el tiempo del invierno; que, si el hombre lo hiciera, fuera providencia intelectual, la cual, con el componer y dividir, es reservada por Aristóteles a solo el hombre; y no se puede sentir otra cosa.
POLICRONIO. Allí llama el Spíritu Sancto pueblo a la congregación de las hormigas, y ningún pueblo se puede conservar sin cabeza ni gobernador, y el gobernar es obra de inteligencia.
FILÓTIMO. El filósofo dice que, aunque las grúas tienen sus guías y capitanes y las abejas sus príncipes y gobernadores, las hormigas son un concejo de gente igual, sin que unas a otras reconozcan mayoría y sin que haya quien mande ni quien obedezca, sino que como son llevadas por inclinación natural ansí nunca cometen falta en su cuidado laborioso.
FILALETES. Esta conclusión del señor Filótimo está canonizada por la sancta Escritura, donde Dios envía a los perezosos a considerar la vivienda tan bien ocupada de las hormigas y a deprender sabiduría dellas ; que como no tengan guía, ni maestro, ni príncipe, se proveen dende el estío de provisión para el invierno. Y aún debéis considerar que en solos estos dos lugares alegados se nombran las hormigas en todas las sanctas Escritura (si la memoria no me falta) y en ambas partes les da Dios por maestras de la sabiduría de los hombres nescios, porque no envía Dios a los cuerdos a deprender de las bestias. Y aún pondera el filósofo ser las hormigas y las abejas de más prudencia que muchos animales que tienen sangre, la cual ellas no tienen, porque ansí son de más seca complexión y la sequedad ayuda a la prudencia. Y aviso a todos que lean con tiento aquello del Sancto Gregorio Niseno y hermano de Sant Basilio que, contra lo dicho de Aristóteles y de la sancta Escritura, pone a las hormigas debajo de sus capitanes, como a las abejas; y lo mesmo digo a Eliano, que pone a las nuevas debajo de la guía de las viejas, salvo si por viejas quiere decir que ternán más experiencia.
POLICRONIO. Ni por lo dicho terné yo a las hormigas por muestra de mucha perfeción, viendo ponderar a Plinio que, con se parecer a las abejas en poner en común lo que ganan, como gente de república, son movidas por su provecho y lo guardan para sí, cortando los piquillos a los granos, por que no nazcan debajo de tierra, que es otra providencia suya bien ponderada de Sant Jerónimo y de Eliano; mas la miel de las abejas es para los hombres, como lo dijo Virgilio en el versecillo con que se quejó del que le había hurtado y publicado sus versos.
FILALETES. Nunca las abejas melifican para los hombres ni las aves nidifican para los hombres, sino que las abejas labran miel para su comida, y en cuanto tienen bien provista la colmena, no trabajan o es muy poco; y lo que Virgilio dice no es que ellas tengan intención de hacer miel para otros, sino que sucede quitársela los hombres, como quitan los huevos a las aves, las cuales nunca los pusieron para los hombres. Podríamos a lo menos notar en las hormigas que parecen reconoscer días festivales, según que dice Plinio que no trabajan cuando es conjunción de luna; y lo mismo dice Eliano de cada nono día del mes, y que solas ellas, entre los animales irracionales, entierran a las defuntas. Y Plinio y Aristóteles y el mesmo Eliano dicen del trabajar de las hormigas que, cuando es la luna llena, trabajan también de noche. Plinio las da vacaciones para se juntar a se contratar y reconoscer, pues convienen de muchas partes, y andan topándose unas con otras y juntando las cabecillas, como si se hablasen; y nota Plinio una cosa en ellas que parece contra el común instinto natural, que, cuando quiere caer gran tempestad, andan muy espaciosas. Con todo eso, dijo Job del demonio que es un mirmicaleón, según la letra de los Setenta, declarada por Sant Gregorio, y quiere decir hormiga león; porque si el demonio es león contra los flacos, que se le rinden, es hormiga contra los fuertes y perfectos, que le resisten y vencen.
PÁNFILO. Lo del enterrarse las hormigas también lo dice Tzetzes de los delfines, elefantes, golondrinas, abejas, osos, ratones, moscas y azores.

XXII. Hormigas monstruos. Hormigas blancas. Hombres convertidos en hormigas.

FILÓTIMO. Al cabo y a la postre la hormiga es cosa vil y no puede ser muestra de cosa buena, y por avara la tenía ojeriza el bienaventurado Sant Francisco.
FILALETES. No la tengáis en poco, pues si el escarabajo, tan masculino, es símbolo del sol, también lo es la hormiga, porque dice Pierio que, en cuanto lo escudriña todo y es solícita en buscar su provisión, es jeroglífico del sol que todo lo anda y mira y ve, y en el istmo se las sacrificaban.
POLICRONIO. ¡Oh, qué gran vaca o carnero!
FILALETES. Según eso, no debéis de haber entropezado con lo que Plinio, Eliano, Filóstrato, Estrabón Heródoto y Mela dicen de las hormigas que se crían entre los indios bactros y derdas o isedones del imperio persiano, y no entre la gente, sino por los grandes desiertos y arenales; mayores que las nuestras raposas o como los lobos de Egipto, y aun Mela dice que mayores que los muy grandes perros; y tan ligeras y animosas y crueles y tan muchas, que no basta la potencia del hombre contra ellas. Estas también, como los grifos, hacen sus cuevas o concavidades en la tierra y sacan terrones de oro, de lo cual hay mucho por aquellas partes; y para hurtárselos, esperan los indios al tiempo de los grandes calores y a la hora que ellas, huyendo del resestero, se sumen so tierra, y en caballos muy corredores van muy callando y los cogen y huyen volando; porque a sentirlos las hormigas, saliendo en multitud increíble, los siguen y no hay escapárseles corriendo, y los despedazan y comen.
PÁNFILO. Con esa información no será tan malo de creer lo que Plinio dice de unos cuernos de hormiga que estuvieron enclavados en el templo de Hércules en la ciudad de Eritras, que él dice en otra parte haber sido de tierra de Beocia, y que fueron tenidos por cosa milagrosa; y tras esto no parecerá que Jerónimo Cardano se alarga en decir por autoridad de Rasis que en Susa, ciudad del imperio persiano (y dice Plinio que fundada por Darío, el hijo de Histaspis), se crió una hormiga que comía cada día una libra de carne, aunque fuese libra carnicera.
POLICRONIO. Acuérdome decir Eliano (y lo tengo por cosa rara) que en el campo Feneo, de tierra de Lacedemonia, se criaban hormigas blancas, que se iguala con cisne negro o con los cuervos blancos, que Ludovico Celio dice haber sido vistos en Tesalia al seno Pagearico, o con la mosca blanca que dice el mesmo haberse criado por un año en la carnicería de Toledo.
PÁNFILO. El bendito Sant Francisco era muy amigo de la cigarra, porque se ocupaba en alabar a Dios con sus cánticas, lo cual niega Jenarco en Ateneo a las hembras, y lo mesmo Aristóteles, contra lo que la hormiga entroja para hasta la vejez, según dice Virgilio.
FILÓTIMO. Por no tomar dello con dello la cigarra se vió en el invierno sin casa y sin mantenimientos, y se fué a la hormiga pidiéndola ayuda de costa; mas despidióla la hormiga, diciendo que se fuese a bailar lo que por el verano había cantado.
PÁNFILO. Los antiguos fingieron que las hormigas fueron primero hombres rústicos que vivían de sus labranzas y que eran tan grandes ladrones y codiciosos, que se hurtaban unos a otros el grano de las eras; y convertidos, en pena de su pecado, en hormigas, se quedaron con su rapante codicia. La cual fábula se levantó por lo que dice Estrabón que los eginetas decían haber sido unos labradores cavadores de la tierra, y que a manera de hormigas cavahan cuevas donde morar; y no lo que también cuenta Ovidio que Eaco, abuelo de Aquiles, habiéndosele muerto la gente de su isla Egina y estando muy triste por ello, vió muchas hormigas al pie de una encina y rogó a Júpiter que se las convirtiese en hombres, y ansí fué hecho, y éstos se llamaron mirmidones, de los cuales fueron los que Aquiles llevó a la guerra de Troya.
FILALETES. Platón nos enseña una moralidad palingenesíaca, diciendo que los que sin letras ni sciencia viven virtuosamente la vida popular entre sus vecinos, éstos después de muertos se convierten en hormigas o abejas o avispas, y después se tornan a convertir en hombres modestos y de llana vivienda, según que los que vivieron de robar y matar se convierten en leones, lobos, águilas y halcones; con el cual lenguaje dice que da a entender que los afectos ponen nombre a los hombres, porque cual lo amas, tal te tornas.
POLICRONIO. Por esta razón se llamaba el otro Melibeo.
FILALETES. Alguna vez debiste de melibear.


Fuente:

  • Pineda, Juan de. 1963-64. Diálogos familiares de la agricultura cristiana. Ed. Juan Meseguer Fernández. Biblioteca de Autores Españoles 161, 162, 163, 169 y 170. Madrid: Atlas.

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