The tribulations of friar Antonio de los Ríos
En 1619 fray Lucas de Montoya publicó una extensa crónica de la Orden de los Mínimos de San Francisco de Paula. Por ella sabemos de la existencia de fray Antonio de los Ríos, natural de Écija, Sevilla.
Portada de la Coronica general de la orden de los Minimos de San Francisco de Paula de fray Lucas de Montoya (Madrid, 1619)
Así nos describe el autor de la Crónica a fray Antonio:
Su compostura natural fue a todos agradable. Tenía buena proporción en su talle y facciones; de mediana estatura, blanco y rubio, y de notable hermosura. Tuvo natural elegancia en decir, felicísima memoria, con particular agrado en lo que decía, por donde jamás fue pesado ni enfadoso en sus conversaciones. Oyó las Artes en el siglo, siendo mancebo de buena edad y loables costumbres.
En 1564 fray Antonio recibió los hábitos de la Orden. Estudió teología y destacó como predicador, renunciando siempre a cualquier prelatura que se le ofreció.
Cinco años antes de morir sufrió una apoplejía que le causó parálisis general e ingentes dolores, dejando a salvo “el sentido del oído y la lengua”. En cama e inmovilizado, dependía completamente de la atención continua de sus hermanos de Orden. En tales circunstancias, una noche, invadieron su celda innumerables hormigas:
El demonio, insidioso de la virtud y gran paciencia de este grande sirvo de Dios, permitiéndoselo así su Majestad, urdió una extraordinaria invención con que le pretendió derribar en impaciencia. Juntó una noche un poderoso ejército de grandes hormigas, que cruelmente le atenazaron las coyunturas de los dedos de los pies, manos y otras muchas partes del cuerpo. Hacíale mucha sangre y crueles llagas. A todo este tormento el siervo de Dios respondía con reírse mucho y decir muchas veces Jesús, Jesús, Jesús. Era algo tarde, y el padre fray Gerónimo Moreno estaba enfermo en la celda convecina; oyó las palabras y risa del padre fray Antonio, pasó a ver lo que tenía, y vio la carnicería que habían hecho las hormigas en el siervo de Dios. Afligióse de verle así, y de parecerle que era daño sin remedio. El bendito padre Ríos le dijo que no tuviese pena, sino que le echase la bendición y se volviese a su reposo. Hízolo así; de allí a poco rato quiso tornar a visitarle por ver cómo se hallaba, y vio que ni una sola hormiga, ni rastro de ella, había en la celda, y al siervo de Dios sosegado de aquel tormento, porque a lo que se cree rogó al Señor que se le quitase, entendiendo ser invención de Satanás, porque diciéndole el padre fray Gerónimo que sosegase un poco, y el cuidaría de volver de cuando en cuando a visitarle, respondió: No será padre necesario, que yo aseguro no volverán más las malditas, y así sucedió.
Fray Antonio de los Ríos falleció en el convento de Nuestra Señora de la Victoria de Triana, Sevilla, en 1613.
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