The rare prodigy that happened to Brother Lorenzo
de la Madre de Dios (1570-1645)
Fray Lorenzo de la Madre de Dios
nació en Madrid en 1570, tomó el hábito de Carmelita Descalzo a los 18 años, y
ostentó diversos cargos como Maestro de novicios, Lector de Teología, Rector de
Coimbra y Prior de Évora y Almodóvar. Sus padres y algunos de sus hermanos
tuvieron estrecha relación con Teresa de Jesús.
Al final de su vida pidió
retirarse al convento de Carmelitas de Campo de Criptana (Ciudad Real), donde
falleció en 1645.
Diez meses antes de morir, una perlesía paralizó completamente sus miembros, obligándole a permanecer en cama. Allí aconteció el suceso –con los piojos y las hormigas como protagonistas– que narró Fray Manuel de San Jerónimo en su Reforma de los descalzos de nuestra señora del Carmen (1710):
Diole Dios [a fray Lorenzo] una plaga en que
ejercitó mucho su paciencia, porque como veía poco y no podía espulgarse,
abundaban su ropa y pobre tarima de muchos piojos. Más aquel Señor que, como
dijo David, cerca la cama de los enfermos, dispuso (¡o caso prodigioso!) que de
la huerta subiese por la ventana de la celda un numeroso escuadrón de hormigas,
y entrándose en la cama del enfermo, tomaba cada una un piojo en la boca, y se
volvía a su nido, y haciendo esto todos los días, le limpiaban la cama y daban
aquel alivio que el enfermo no podía tomar por sí mismo. Notó un día el
enfermero el rastro de las hormigas que había desde la ventana a la tarima, y queriendo
barrerlas o matarlas, le dijo el enfermo: déjalas
bobo, ¿no ves cómo me quitan los piojos? Y esto depuso bajo juramento el enfermero, que era el hermano
Juan de la Encarnación.
Avisado el prelado de este
suceso, lo tuvo por casualidad; y como llegase ya el invierno, mandó que
subiesen al enfermo al cuarto alto del poniente y lo pusiesen en la celda
primera, que estaba todo bien extraviada del sitio donde al principio recibió
el beneficio referido. Más Dios, que gobernaba a las hormigas para el alivio de
su siervo, les enseñó el camino, y subiendo una pared de mampostería, más de
tres estados de alto, entraban por la ventana de la celda del enfermo, subían a
su cama por un banquillo de la tarima, y la limpiaban de los piojos todos los
días, siendo testigos de esta maravilla no solo todos los conventuales, sino
mucho seglares de la primera nota de la Villa, que oyendo referir el prodigio
quisieron por sí mismos examinarlo; y asombrados del poder y piedad divina, lo
depusieron luego en las informaciones que se hicieron para la memoria de las
futuras edades.
Siendo ya la del venerable padre
de setenta y cinco años, y teniendo cincuenta y siete de Hábito, pidió le
diesen los sacramentos, que recibió con singularísima ternura y edificación; y
pidiendo perdón a todos de su vida, a quien él llamaba ociosa y mal lograda, la
entregó a su creador a dos de diciembre de este año de cuarenta y cinco en que
nos lleva la historia. Fue su muerte sentidísima no solo en Criptana, sino en toda
la comarca, porque la fama de su virtud heroica lo tenía en los corazones de
todos, y como lo arrancó la muerte, sintió cada cual como propia la pérdida.
Compensaban su dolor pidiendo por reliquias sus remiendos, los cuales acrecían
la devoción por muchos y tan poco curiosos que algunos estaban cosidos con
hilo bramante, y otros eran de diversa color de la que pedía lo remendado; con
que se confirmaban todos de aquella virtud insigne que por atender al Cielo
apreció en tan poco las cosas del mundo.
Depositaron su cuerpo en el ángulo del claustro, delante del Altar de Señora Santa Ana, señalándolo su sepulcro por haber sido tan señalado el venerable padre en sus letras y virtudes; por las cuales, en cumplimiento de lo que dijo el Espíritu Santo, que los que enseñaron a muchos en este mundo resplandecerán en el Cielo como Estrellas brillantes, entiende mi piedad que el venerable Fray Lorenzo de la Madre de Dios es hoy en el Cielo Lucero de primera magnitud.
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