Hace pocas semanas se ha
publicado un curiosísimo artículo que vincula el principio del tiempo mínimo de
Fermat con los senderos establecidos por la hormiga Wasmannia auropunctata [Oettler J, Schmid VS, Zankl N, Rey O, Dress A, et al. 2013). Fermat’s Principle of Least Time Predicts Refraction of Ant Trails at Substrate Borders. PLoS ONE 8(3): e59739.doi:10.1371/journal.pone.0059739]. El principio de Fermat dice que un rayo de luz, al pasar de un medio a otro, se refracta siguiendo el camino más rápido, no el más directo.
Los autores dividieron la zona experimental de forrajeo en dos mitades, una con superficie lisa de cristal (donde las hormigas caminaban a velocidad normal) y otra contigua de felpa (que ralentizaba el movimiento de las hormigas) (Fig. 1). Durante los ensayos -de una semana de duración y en condiciones de completa oscuridad- dejaban comida en un extremo de la superficie de felpa. Los días finales del experimento analizaban el sendero establecido entre la comida y el nido. Constataron que dicho sendero no era rectilíneo, sino refractado en un punto D situado en la línea divisoria de ambas superficies, de tal forma que había dos trayectorias (d1 y d2) que formaban un ángulo ρ’ significativamente cercano al ángulo teórico
ρ resultante de aplicar el
principio de Fermat a las condiciones del experimento (superficies de diferente
textura, velocidades de las hormigas en cada una de ellas, distancias a1 y a2,
etc).
Puesto que d1 (la distancia a
recorrer sobre el cristal, de manera fácil y rápida) era mayor que d2 (la
distancia a recorrer sobre la felpa, con dificultad y lentitud), los autores
concluyeron que las hormigas optimizan el sendero para transitarlo a mayor
velocidad, siguiendo el principio de Fermat. En apoyo de esta hipótesis constataron
que cuando las superficies 1 y 2 eran ambas de cristal, las hormigas hacían un
sendero rectilíneo entre el nido y la comida.
Fig. 1 (Modificado de Oettler et al., 2013)
Quiero llamar la atención del
lector sobre los problemas epistemológicos que plantea este trabajo. Los
autores admiten desconocer la dinámica temprana del proceso, esto es, cómo
localizan la comida las primeras obreras exploradoras, y la manera en que
segregan las pistas feromonales entre la comida y el nido. Desconocen
igualmente la dinámica de ajuste de las pistas, esto es, cómo las van modificando
a lo largo del tiempo para adecuarlas al camino de tiempo mínimo predicho por
el principio de Fermat. Sugieren entonces, bajo el presupuesto de ausencia de
referencias de orientación, que los caminos se van formando azarosamente, que
sufren un proceso selectivo de optimización, y que el resultado final (el único
que analizan) es de carácter emergente y adaptativo.
Inferir el carácter adaptativo (en sentido evolutivo) de
un resultado final, desconociendo la cadena causal que ha llevado hasta él, es
sumamente arriesgado. Esta laguna o hiato observacional permite hipótesis alternativas e
interpretaciones diferentes. Les expondré una de las varias que podrían
plantearse.
*****
Comenzaré con una afirmación
contundente: las mayoría de las hormigas diurnas con forrajeo centralizado que
utilizan pistas feromonales para reclutar compañeras, se dirigen normalmente en
línea recta desde la comida localizada hasta el nido, independientemente de los
sustratos sobre los que avanzan. Siguen el camino más directo (no el más
rápido) porque utilizan sistemas de orientación como la posición del sol, los
patrones de luz polarizada o, en su defecto, el perfil del dosel arbóreo o el
compás magnético, etc. En condiciones de obscuridad es probable que empleen
referencias localizadas sobre el suelo, percepciones propioceptivas o el campo
magnético.
Supongamos que las hormigas del
experimento comentado son capaces de integrar de alguna manera (que desconocemos) el camino que recorren en la búsqueda de alimento,
y que dicha integración o compás les permite trazar una ruta rectilínea hacia
el nido durante la segregación de la pista feromonal de reclutamiento (línea
roja de la Fig. 2).
Fig. 2 (Modificado de Oettler et al., 2013)
Cuando la exploradora llega al
nido y recluta a nuevos individuos, segrega una segunda pista feromonal de vuelta
a la comida, pista que refuerza la pista de ida y que es seguida por las
obreras reclutadas que la acompañan (línea azul de la Fig. 2). Tras el primer
tramo rectilíneo sobre el cristal (d1), alcanzan el pequeño muro constituido
por el borde de la superficie de felpa (situada a mayor altura que la
superficie de cristal). La exploradora bordea el muro y, en algún punto del
mismo (D), decide retomar la trayectoria rectilínea (d2) hacia la comida, de
acuerdo con el compás de orientación que está utilizando.
La clave de la hipótesis que
planteo está, pues, en el efecto borde, un efecto bien conocido por los
observadores de las hormigas. Cuando un objeto se cruza en la trayectoria
rectilínea de una hormiga, esta tiende a recorrer, durante un tiempo, el borde
inferior del objeto buscando una salida que la devuelva a dicha trayectoria.
Los bordes terminan siendo, en sí mismos, referencias estables en los senderos
de larga duración, como puede observarse en los caminos establecidos por algunas
especies en las aceras de parques y calles.
Los autores del artículo que
comento reconocen, sorprendentemente, que en la mayoría de los senderos que
analizaron las hormigas seguían el borde de la felpa (Fig. 2) en vez de seguir
el camino más rápido (en este caso la línea recta sobre el cristal entre el punto D y el nido). Puesto que este dato no concuerda con las trayectorias predichas por el principio de Fermat, aducen que el borde facilita la orientación espacial minimizando la cantidad de
feromona segregada. Pero esta es una interpretación a posteriori que obvia las causas que dieron origen al tramo de sendero paralelo al borde. Un explicación podría ser el “efecto borde”
que acabo de mencionar: la exploradora segrega rectilíneamente una pista hacia
la comida; al toparse con el borde de la felpa lo sigue un tiempo hasta que
decide penetrar en la felpa en dirección a la comida.
Propongo un sencillo experimento
para poner a prueba lo argumentado: elimínese el desnivel entre el cristal y la felpa,
de tal forma que las hormigas no se topen con el pequeño muro del borde entre
ambas superficies. Mi predicción es que los senderos serán mayoritariamente
rectilíneos entre la comida y el nido, por tanto sin refracción entre las dos
superficies ahora niveladas.
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