Ants in the Codex Bongarsianus
En torno al año 830 Haecpertus,
quizá perteneciente a la Escuela Carolingia de Reims, preparó una versión
latina del famoso Fisiólogo. Esta
obra, escrita originalmente en griego en el siglo II -probablemente en
Alejandría- consistía en un conjunto de descripciones naturalistas y relatos
alegóricos que mantuvieron su vigencia a lo largo de la Antigüedad e influyeron
notablemente en los bestiarios medievales.
El manuscrito latino
de Haecpertus, ahora denominado Códex Bongarsianus 318, recaló a mediados del
siglo IX en la abadía de Fleury, de donde fue adquirido en el siglo XVI por el
abogado y humanista Peter Daniel. Actualmente se conserva en la Burgerbibliothek
de Berna.
Abadía de Fleury
Especialmente relevantes
son las 36 ilustraciones del códex, las más antiguas de entre las versiones
latinas conocidas del Fisiólogo. Las
hormigas están representadas en tres de ellas, correspondientes a tres
apartados: “De la naturaleza de la hormiga”, “De la segunda naturaleza de la hormiga” y “De la hormiga diminuta”.
Bern, Burgerbibliothek, Cod. 318, f. 12v, f. 13r –
Physiologus Bernensis (http://www.e-codices.unifr.ch/en/list/one/bbb/0318)
Transcribo a
continuación la traducción española de dichos apartados aparecida en el
excelente artículo de Pilar Docampo Alvarez, José Antonio Villar Vidal y Javier
Martínez Osende (2000): La versión C del fisiólogo latino. El Códex Bongarsianus 318 de Berna. Boletín de la
Sociedad Española de Estudios Medievales 10: 27-68.
De la naturaleza de la hormiga
Cuando guarda el trigo en la
tierra parte cada grano en dos mitades, no vaya a ser que la sorprenda el
invierno y derrame su lluvia y germinen los granos y ella perezca de hambre.
[Separa] también tú las palabras del Antiguo Testamento para el entendimiento
espiritual, puesto que la letra mata. Pablo dijo que la Ley es espiritual. Pues
los judíos, atentos sólo a lo carnal, sufrieron la muerte por hambre y se
hicieron homicidas de los profetas.
De la segunda naturaleza de la
hormiga
Con bastante frecuencia va al
campo, trepa a las espigas en la época de la recolección y hace caer sus
granos. Antes de subir huele desde abajo la espiga y por la intensidad del olor
sabe si se trata de trigo o de cebada. Si es cebada la deja y se va a por
trigo. Pues la cebada es alimento del ganado, y ella se hace con el trigo que
es almacenado en el granero. Porque la cebada representa la doctrina extraña,
el trigo la equidad del espíritu de la fe.
De la hormiga diminuta
Es la hormiga que fue alabada
como si sus fuerzas fueran mayores, y no se ve forzada a trabajar en
servidumbre sino que, en una especie de presciencia espontánea, acumula para el
futuro reservas de alimentos. La Escritura te insta a imitar su laboriosidad
cuando dice: Ve donde la hormiga,
perezoso, y observa sus caminos, y sé más prudente. Ella, en efecto, no posee
cultivo alguno, y sin tener nadie que la obligue, sin actuar bajo dominio,
¡cómo prepara por anticipado su comida, y de lo que tú trabajas ella se guarda
la mies! Y mientras que tú con mucha frecuencia pasas necesidad, ella no.
No hay para ella ningún hórreo cerrado, ninguna vigilancia de lo que hay
dentro, ningún montón a prueba de su asalto. Contempla el guardián los robos
que no se atreve a impedir, observa el dueño los daños ocasionados, y no toma
represalias. Avanzando en negra columna transportan el botín por los campos, se
mezclan con el tropel de los viandantes, y los granos de mayor tamaño que no
pueden abarcar con su pequeña boca los cargan a cuestas. Lo observa el dueño y
siente reparos en negarles tan parcos frutos de su laboriosidad digna de
respeto.
En la tercera ilustración se
aprecia el nido a la izquierda, del que sale un reguero de hormigas hacia las
espigas de trigo.
Con más detalle, comprobamos que
el autor no presta atención a la morfología real de las hormigas, que semejan
cuadrúpedos vistos de perfil.
Sin embargo, realza el
comportamiento básico de la recolección: las hormigas van y vienen en ambas
direcciones, suben a las espigas y separan el grano, que cae al suelo para ser
transportado.
Se trata, a buen seguro, de las
legendarias hormigas recolectoras del género Messor, las mismas que, desde Salomón, glosaron innumerables
observadores, eruditos y poetas hasta el Siglo de las Luces. La ciencia oficial
no reconoció estos hechos (la existencia de especies recolectoras) hasta
comienzos del siglo XIX.
Tiene el lector ante sus ojos, en
este Códex Bongarsianus, una de las
iconografías más antiguas y sorprendentes de la historia de la mirmecología.
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